LO CURIOSO, DEL CURIOSO CASO
DE “GOYITO” EL NIÑO CHAMULA
Por: Miguel
Salvador Rodríguez Azueta
En las exposiciones de Arte de la ciudad de Veracruz, te acostumbras a ver
de todo, en especial, cuando se ofrece un
generoso “vernissage”. Ciertamente, la
asistencia no es tan nutrida como las de
la ciudad de Xalapa, supongo que porque aquí los estudiantes son locales y
cenan en su casa.
Durante la exposición fotográfica de Fabrizio Prada: “Mentes Femeninas”, observe distintas clases
de invitados, los de siempre, los que asisten por compromiso, los que esperan
que todo sea rápido porque tienen otro evento, los que realmente les interesa,
los reporteros culturales, los expertos críticos en degustación de alimentos y
bebidas que no se despegan de la mesa. Sin embargo, en esta ocasión me tocó observar algo
diferente. Pensé que el “Tonayan”-
bebida a la que me aficione recientemente- me estaba jugando una mala pasada. Entre la
multitud de espectadores me topé con un niño Chiapaneco, de esos que ofrecen en
su cajón- muy bien hecho por cierto- golosinas y cigarros. - Este niño no hace
juego con todo lo que estoy acostumbrado a ver – pensé-, así que decidí tomarle
una foto, para lo cual por supuesto, le pedí permiso y le ofrecí una moneda. En
esas estaba cuando una de la invitadas - novia del fotógrafo y amigo Enrique
Favela - me informó que ese niño estaba perdido –No es el único- le respondí-
Enrique, Fabrizio y yo también somos niños perdidos de la cultura- (por su
respuesta, que no puedo trascribir, deduje que la broma no le sentó). Pero, la chica no estaba bromeando, efectivamente
el pequeño Gregorio - poco hablaba español - como pudo, nos explicó que tenía un día de haber sido “traído” a la
ciudad, y no encontraba a sus compañeros y temía que su “patrón” lo regañara.
En esas estábamos, cuando un “Buen Samaritano” se ofreció a llevarlo al DIF,
bien- pensé- todo parecía haber llegado a un buen fin.
Terminando el evento de Fabrizio - por cierto un éxito, pueden ver la exposición en el museo de la
ciudad todo este mes- nos dirigimos a celebrar con un fandango al Casón. En
aquel lugar me topé con “el Buen Samaritano” quien me dijo que había encontrado
a sus familiares en el zócalo y asunto arreglado.
Una hora después, me despedí del grupo de artistas, quienes me conocen y saben que soy: “De
carrera corta”. Era ya Domingo, de madrugada, caminaba por la calle de Uribe y al
llegar a General Juan Prim, en la gasolinera, ¡Cuál va a ser mi sorpresa que me
topo con “Goyito!”, - Bueno niño y tú ¿Qué haces aquí? - ¿Lo conoce?- Me pregunta
un franelero- ¡Anda perdido!. No pues eso no es novedad- pensé- Bueno Goyo,
¿Qué pasó con el buen Samaritano? – ¡Nada señor! - me contestó- solo me dejo por ahí en el
centro. - ¡Ah cabrón!- me enojé, porque
también soy de mecha corta- y en una escena sacada de un película de Woodie Allen, “Goyito” y yo
caminamos por las desérticas calles en busca de una patrulla, como no
encontramos ninguna decidí regresar al Casón y pedir ayuda.
Como una comedia de enredos, al regresar al Casón, “El buen Samaritano”,
que ya tenía unas copas encima, acusó a “Goyito” de andarlo siguiendo- ¡Es
que traigo un buen auto- me dijo señalando un auto fino pero viejo- me quiere
secuestrar de seguro!. Ustedes pensaran que es broma, pero al menos la novia de
Enrique fue testigo de esta afirmación, que más que hacer reír, me indigno, así
que la calificación de “Buen Samaritano” en la que lo tenía, la pese a “Puro Pájaro
Nalgón”.
Senté a Goyito en la mesa donde estábamos Fabrizio, su mamá, “El toques”,
dos de sus amigas, el escritor Carlos Cruz y su esposa, mientras me comunicaba al 066.
¿Cuál es su emergencia?- me peguntó la chica- Pues mía no es- le
conteste- es la de Goyito, y le explique
al operadora con lujos de detalle lo que ahora le explico a ustedes. El tiempo
pasó y la unidad no llegó - para la otra que haga una llamada, me aconsejaron
diga que un grupo de “Green Peace” está
colgando una manta con leyendas en contra de la Reformas estructurales, para
que lleguen de inmediato los marinos. Quiero aclarar que no es tan malo el servicio, a las 6 de la mañana de ese
mismo día, la gentil operadora número 10 me habló a mi celular para preguntarme por “Goyito”- nunca olvidare
el número 10.
La pregunta obligada era ¿Qué hacer con “Goyito”?, si lo llevaba a mi casa
igual me acusaban de Pederasta o secuestro por parte de su “Empresa”. Así las
cosas, mientras esperaba a la patrulla y
pensaba que hacer, se fueron pasando las horas, en ese lapso el buen
“Goyito” se cenó una quesadilla y un agua de Jamaica - le invite de mi torta de
lengua que había comprado en Roque para cenar, pero me dijo que eso no le
gustaba, ¡fino el “Goyito”!.
Motivo aparte de reflexión, en el aspecto económico a “Goyito” esa noche no
le fue mal, gracias a la tardanza de la
patrulla, vendió una buena cantidad de cigarros y dulces, quiero aclarar que Favela
fue el que más cigarros le compró.
Concluyo esta crónica con algunas observaciones al curioso caso de “Goyito”.
Uno:
Nadie en aquel lugar preguntó qué hacia ese niño a tan altas horas de la noche,
ósea la sociedad está acostumbrada a ver niños trabajando a altas horas de la
noche, Dos: La resignación ante un
hecho que lastima a nuestra sociedad como lo es la “trata y explotación de
personas”, la mayoría tiene conocimiento que esos niños son traídos
y explotados por una red de tráfico de personas, los explotan sexual y laboralmente,
pero aunque lo reconozcamos sólo lo lamentamos, porque poco podemos hacer, sabemos
que nos arriesgamos a que nos pueda pasar algo si levantamos la voz. Tres: La prioridad que le dan las
autoridades a estos casos, porque igual poco pueden hacer, como observa Enrique Serna en su novela “El
seductor de la patria” la cadena de corrupción se extiende de unos a otros y al
final la ciudadanía deja de creer, se vuelve apática y permite el triunfo de la corrupción.
Al final, cientos o miles de “Goyitos”
siguen en las calles sin que nos percatemos.
@Miguel_salvador