miércoles, 17 de septiembre de 2008

Jaime Velázquez, sobre el canibalismo del DF y 20 años de literatura veracruzana.


Por: Peniley Ramírez. Fotografía: Viviana Alcohón. 


Jaime estudió Letras en la UNAM y fue becario del Centro Mexicano de Escritores en el periodo 1984-1985. Ha publicado los libros de poesía Viaje de Regreso, Adolescente y Concreción del Alba. Sin embargo, en Veracruz todos le recuerdan siempre que trabajó en la Revista Vuelta, fundada por el Premio Nobel Octavio Paz. Llegó a Veracruz en 1985 y hoy es considerado por muchos como la persona más incluyente dentro del medio literario de la ciudad. “Jaime siempre está dispuesto a ayudar, siempre da oportunidad para todos” dijo una vez Ignacio García. Más de treinta años de promotoría cultural avalan su opinión. Sin embargo, él mismo se considera “rajado” de la carrera literaria. En esta entrevista, de cara a su conferencia “Fin de siglo, los años recientes en la literatura veracruzana”, él mismo nos cuenta qué fue de su vida antes y después de cambiar capital por provincia, y cómo afectó en su carrera como escritor. También, invita a considerar el oficio literario con un estilo personal, que suma una gran confianza y una ardua disciplina. 
  
¿Cómo se ganó la vida al salir de la carrera?  Al graduarme trabajé en la Revista Universidad de México, de la UNAM. Julieta Campos era la Directora. Estaba casada con (Enrique) González Pedrero. Ahora puedo decirlo porque ya él ha muerto. Ella dirigía la revista desde Villahermosa. Trabajaba como editor, aunque también publicaba reseñas de libros.

Mi primera portada presentaba varios jóvenes escritores opinando sobre la cultura de la época. Esto fue a fines de los setenta y principios de los ochenta. Era editor. La revista era de cultura, un concepto como la Palabra y el Hombre, de la Universidad Veracruzana.  Cuando empezó Unomásuno, al tiempo de Proceso y Vuelta, una nota mía apareció en el número 3. Luego estuve como colaborador en el suplemento cultural de Bellas Artes, era un proyecto interesante porque se metía en todos los periódicos. Iba muy bien hasta que alguien publicó algo contra la esposa de López Portillo y corrieron desde el director a todos los miembros del suplemento.


               En esos años me ganaba la vida en varios trabajos, uno importante fue en la Secretaría de Educación Pública (SEP) al frente de la edición de un catálogo llamado El Correo del Libro. Era un pequeño librito muy simple que salía una vez al mes, algo así como el que ahora editan los supermercados para anunciar sus productos. Con el catálogo vendíamos libros con descuento a los maestros de todo el país. Por correo pedían el libro de su preferencia y así se los enviábamos. Ida Vitale, poeta uruguaya, hacía la reseña de los libros. Cada mes se trabajaban alrededor de 70 títulos. Era muy buena opción para que maestros de ciudades donde no habían buenas librerías que tuvieran un acervo importante de libros tanto clásicos como de novedades literarias.

Después trabajé en El Gallo Ilustrado, suplemento del periódico El Día. Emmanuel Carballo lo dirigía. Allí fue donde hice por primera vez una antología de poetas jóvenes de ese momento. Platicando con Emmanuel, nos pusimos de acuerdo para hacer la antología, entonces quedamos de vernos en su casa y llegué con muchos libros, cuando él tenía pocos de poetas jóvenes. Me dijo que mejor lo hiciera yo, porque tenía todo el material. Incluí muchos autores del DF pero sólo uno de Guadalajara. No conocía a nadie más de fuera. Me di cuenta, ahí desde el DF, del gran problema del centralismo para el crecimiento de las carreras literarias en México.  
 ¿Aún sigues considerando este centralismo como vigente en la literatura mexicana? Sí, claro, es un problema del país, hay un centralismo en el DF, es un tema pendiente. Cuando vives en la orilla de un país no te preocupas mucho por eso, pero si vienes del centro sientes el trancazo. Una colección del CONACULTA, Tierra Adentro, no es del mar a la tierra sino del DF para allá. Esa es una muestra de a qué grado del centralismo es.
  
¿Por qué vino a vivir a Veracruz? A raíz del temblor de 1985.  Además, mi hijo Adrián tuvo problemas de respiración por la contaminación casi desde que nació. Cuando ocurre el temblor dices, ¿y aparte de todo me cae la ciudad encima? Y se las regalé. Le regalé el DF a todo quien la quisiera. Mi ex esposa es de aquí y vinimos a vivir con su familia. Fue muy fuerte, yo caminaba y no conocía nada, ni a nadie. Sin embargo, fue chistoso, porque en la carretera oímos en el radio que Gutiérrez Barrios anunció la fundación de un Instituto de Cultura y todos nos alegramos mucho. Pensé que ahí tendría trabajo. Y así fue.

En el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) me pidieron mi currículo y dijeron: ah, éste sabe hacer libros. Me dieron el Departamento Editorial. Yo era todo el Departamento. Me encargaba desde recopilar hasta armar y cuidar la edición de los ejemplares. Ahora me queda un sentimiento bonito, porque los primeros libros del IVEC yo los hice.

Encontré que algunas personas del Puerto con una obra de muchos años no tenían ningún libro publicado, así que me encargué de ir con ellos para que publicaran sus libros. De eso quiero hablar ahora. Los primeros fueron las memorias de Rafael Arreola y Luis Reverido, quien publicó cuentos.

Además, hubo unas jornadas de homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán, y de las ponencias hicimos un libro. Lo más difícil para mí era que no conocía a nadie. Tenía yo que empezar a conocer gente e inventar libros. Francisco Rivera Ávila (Paco Píldora) por esas fechas cumplió 80 años, tenía 60 años escribiendo estampillas en el periódico y no había publicado más que cuadernillos pequeños. Estuve dos años en el IVEC, siempre me pasaba así en esos años. Nunca duraba más que ese lapso en un trabajo.
  
¿Había dinero en el IVEC cuando se fundó? No sé nada de dinero. Sólo sé que cuando cumplimos el primer año la directora (Ida Rodríguez Prampolini) hizo su informe de labores y dijo que el 70% del presupuesto se iba en sueldos. 

¿Encontró empleo al salir del IVEC? Sí, mi ex esposa tuvo la idea de fundar el Centro de Estudios Hispano Mexicano, sitio donde aún laboro. Además en esos años, estuve haciendo notas en el IVEC para mandar a los periódicos, pero es trabajo, no algo que sale de tu corazón.
  
¿Qué hizo en ese tiempo que saliera de su corazón? Estuve en Sur organizando un suplemento cultural a principios de los 2000. Salía los viernes y se llamaba Viernes de Cultura en Sur. Antes había colaborado en Sólo para Intelectuales del Notiver y en El Dictamen.  Cuando sale el periódico Imagen (de Veracruz),  cambió el nombre, el formato y el diseño y ahí dejé de tener el suplemento. Y ahora colaboro con la página cultural que organiza Carolina Cruz en Imagen de Veracruz.

 ¿Después de esos libros que publicó recién egresado de la UNAM,  ha publicado otro? No. ¿Por qué? Piezas de Museo, mi primera publicación, era muy diferente. En el DF hay cierto canibalismo, es una dinámica muy fuerte. Hay veinte editoriales pero hay 2 millones de escritores. En Veracruz es diferente. Cuando llegué no había imprentas ni editores. Incluso, los primeros libros del IVEC se imprimieron en el DF. Es un abismo entre una ciudad y otra, actualmente lo más cercano es Xalapa.
               Acabo de ir a Monterrey hace poco, daba vueltas y no encontré eso que dicen del Gran Monterrey. Es que a esa ciudad le hace falta gente. En el DF van mil personas en cada banqueta. En Monterrey caminas tres calles y te encuentras una persona caminando de frente a ti, y es la misma banqueta. En el DF no ves ni las paredes. Por eso en Veracruz no he publicado más. Ya no era tan urgente publicar.
Por ejemplo, Vicente Quirarte era mi compañero de bancas. Lo conocí en la Universidad. Él hacía una revista y se sentaba a venderla en la Casa del Lago, como se ponen ahora los vendedores de pulseras. Estaba leyendo mientras la gente pasaba en pleno sol todo el domingo. De pronto sale un librote que pocos poetas tienen. Yo no quiero hacer crítica literaria sino que no me explico cómo se dan saltos tan grandes. Hay que ver quienes son los conocidos, la familia, etc. Esto no desmerece de su persona pero hace una diferencia. ¿Cómo se hace? Esa parte a mí me interesa mucho en cuanto a la historia de la literatura.
Cómo escribiste los libros, es parte de la historia de la literatura y debe ser contado. Por ejemplo, a Octavio Paz lo ayudaron mucho sus contactos en la Secretaría de Relaciones Exteriores y los contactos de la época. Uno debe ver en qué ambiente vivieron los escritores, quiénes visitaban su casa, quiénes eran sus padres y sus abuelos.  
  
¿Considera tan importante la ascendencia? Hay una tradición de continuidad que se da mucho en el DF. Por ejemplo, Tomás Segovia era maestro en el Colegio de México. El nivel como profesor es muy alto, independientemente de lo literario. Inés Arredondo también era una gran escritora. Ambos dejaron un camino para sus hijos hoy forman una élite entre los intelectuales mexicanos. No estoy haciendo crítica literaria, sino burocrática. Algunos tienen el camino ya hecho.
Los nuevos escritores deben ir encontrando el camino. Algunos lo hacen por medios de becas y concursos, otros se van directamente a las publicaciones. Tenemos el caso de José Luis Rivas. Su primer éxito fue una publicación en el Fondo de Cultura Económica. Actualmente, para que te publiquen ahí necesitas traer oro. ¿Cómo se metió? Pues trabajaba allí como corrector de estilo. Yo lo conocí cuidando ediciones de ahí. Esto no le quita ni le pone a su poesía, sólo explica el vínculo de cómo entrar.
  
¿Se ha arrepentido de venir para Veracruz? No, porque el DF cada vez está peor. Las últimas veces que he ido siempre es sin cadenas y a tu alrededor a todo el mundo le ha pasado algo. Algunos hasta dos o tres veces. Llevo una bolsa de plástico en lugar de maleta.

Hablemos sobre su conferencia en el Museo de la Ciudad. Esta Historia Reciente de la Literatura en Veracruz, ¿qué tan reciente es? Son 20 años. Es el tiempo desde que llegué a Veracruz. Comienza con Rafael Arreola Molina, quien escribió siempre en El Dictamen, luego llegó a ser Presidente Internacional del Club de Leones y Senador de la República. Tenía como ochenta años y no había hecho un solo libro. En la cocina de su casa me dijo: los gobernadores entran por la puerta de atrás a saludarme y ver si estoy bien, si no me hace falta algo. Murió en Xalapa. Su cuñado era Aureliano Hernández Palacios, padre de María Esther y fundador de la Universidad Veracruzana.
Era una persona culta que podía escribir de lo que quisiera. En esa competencia se interpone la fama. Por eso es tan importante no sólo poner el huevo, sino cacarear. De ahí voy analizando la literatura local por generaciones. Hay nombres como Úrsula Ramos, Ignacio García, Carolina Cruz, Gabriel Fuster, Juan Joaquín Pérez-Tejada, Maricarmen Gerardo, Fernanda Melchor, etc.  
Usualmente, la gente se cierra porque es ignorante o porque no se quiere echar de cabeza. Por eso es importante esta conferencia. Quiero que la gente que me oiga tenga confianza en sí mismo y sepa que forma parte de una historia. En cuarenta años hay seis autores conocidos en la ciudad. Gabriel Zaid dijo hace más de 20 años que para el 2017 habrá un millón de poetas en México. Aquí no entra en juego el gusto ni nada, porque no hay un factor posible para ordenarlos. Por ahí no va el camino. Si vemos esta “demografía según Zaid”, hacer una historia de nuestra literatura nos sirve para que cada quien sepa en qué generación está y cuál ha sido su labor. Digo: quiero ser el mejor de mi generación.

En esta multiplicidad de escritores, tendencias y estilos, ¿cómo sobresalir? Debemos tirarle a hacer una obra consistente. La carrera del poeta es una actividad de por vida. No porque te ganes o no un premio vas a dejar de escribir. Es algo personal y de otro rollo. Es una satisfacción personal y una escala, diría Alfonso Reyes, que puedes hacer con respecto a otro. Es sólo personal, ni siquiera necesitas al lector. Si a un escritor no le gusta su obra nadie podrá ayudarlo. Por eso es importante poder formarse como buen lector. Digamos que eres especialista en poesía cubana. Ahí tienes un orden. Para mí es muy importante el asunto de las generaciones. De mi generación, ¿soy bueno, malo o regular?


¿Cómo se ve usted en esta “competencia”? Yo como poeta no pinto, yo me rajé de la carrera. Si una vez al año hay un poema que me gusta, ahí me doy por contento.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente reportaje felicidades!

Anónimo dijo...

Muy buena la entrevista, felicidades a ambos. Juan