Museo privado
Prólogo (mayo de 2010)
Las mujeres que recordamos del siglo XIX son las rebeldes Josefa Ortiz y Leona Vicario. Alguien como Josefa Murillo (Tlacotalpan, 1860-1898), poeta, autodidacta, queda lejos de todos, en la oscuridad.
Poco después de la muerte de Murillo empezó el siglo XX y todo cambió. Entonces, María Enriqueta Camarillo (Coatepec, 1872; Ciudad de México, 1968) ya había estudiado en el Conservatorio de Música y era profesora de piano. El siglo XX, desde el principio, fue el escenario donde se desenvolvieron mujeres que ya no aceptaron quedarse en casa, hayan tenido o no ganas de estudiar y de salir de su encierro.
Otra veracruzana, Guillermina Bravo (Chacaltianguis, 1923), fue cofundadora de la Academia de Danza Mexicana, también estudió en el Conservatorio y dirigió el Ballet Nacional de México. Los años setenta no serían lo mismo sin las coreografías de la maestra Bravo documentadas en libros como el de Alberto Dallal, La danza en México, de 1986.
Así que el libro de la cultura mexicana anterior al siglo XX, ocupado por hombres, posteriormente requirió un volumen adicional, para inmortalizar las aportaciones de las mujeres. De éste, de páginas dispersas todavía, Ivonne Moreno eligió a algunas de las mujeres que le han dado una nueva relevancia a la vida mexicana en los ámbitos de la literatura, artes plásticas, actuación, incluso como promotoras culturales, sin olvidar a algunas extranjeras, como Alma Reed, autora de una obra maravillosa sobre el muralista José Clemente Orozco, entre otras.
Quienes leemos las páginas culturales de los periódicos hemos encontrado con el paso de los años a los personajes que han tenido un quehacer notable en la cultura y en el arte, pero ¡quién guarda hojas de periódicos si no es la frágil memoria! Los que vivieron en las primeras décadas del siglo XX supieron quién era María Conesa (España, 1892-México, 1978); luego disfrutaron las aventuras de María Félix (1914-2002), pero ¡quién ha tenido la paciencia de contarles a los demás el por qué de la fama y la gloria de estas artistas que fueron abriendo el paso a las nuevas generaciones.
Las últimas décadas del siglo XX tienen sus propias luminarias y sus admiradores; los jóvenes apasionados del presente no están pensando que en el futuro querrán volver a ver sus épocas de goce y distracción y que entonces buscarán las piezas faltantes de su tablero vital, que fueron planetas, constelaciones, estrellas vivas y, por supuesto, noticias, que los periódicos ofrecieron como fragmentos estelares que andaban girando en el aire, en espera del cronista o del comentarista, del atento observador que no quiere que nadie pierda de vista los fulgores que no se apagarán mientras haya alguien que admire lo extraordinario.
Las mujeres que presenta en este libro Ivonne Moreno son fulgores en nuestro firmamento. Sin las mujeres que recuerda y que nos muestra, el cielo mexicano sería gris, habría tenido una oscuridad espantosa y abajo miles de personas andarían buscando a quienes hubo un tiempo en que fueron, y son, el complemento de sus vidas, de sus pasos por este mundo.
Si de algo sirvió la Revolución fue para quitar los obstáculos que quedaban en un país que no terminaba de dejar la incubadora. Sin el arte, sin mujeres que hicieron de su vida un arte, México habría continuado con lentitud la historia que les tocó a Josefa Ortiz y Josefa Murillo, la que superó María Enriqueta. No exagero si digo que el siglo de la Revolución abrió las puertas para que las mujeres salieran adelante.
Nuevo comentario (enero de 2011)
Ivonne Moreno eligió a algunas de las mujeres (veintitrés) que le parece son representativas de una época de la cultura, la revolucionaria. Artistas, actrices, escritoras, mujeres que tienen un lugar en la historia, nacidas entre veintidós años antes y quince años después de 1910, en un prontuario titulado Creadoras artísticas (Conaculta-Ivec, 2010).
La primera incluida, por edad, es Esperanza Iris, nacida en Tabasco en 1988, y la última es Ida Rodríguez Prampolini, veracruzana. Iris fue cantante, actriz y empresaria; Rodríguez Prampolini, académica y fundadora de instituciones.
Ivonne Moreno seleccionó a algunas de las mujeres que destacaron en el México revolucionario y en los años siguientes y a algunas extranjeras que recalaron en la nación que se estaba renovando.
La ciudad de México, como capital de la república, atrajo a mujeres que nacieron en Sonora, Jalisco, Durango, San Luis Potosí, Puebla, Yucatán. Algunas murieron fuera del país, como María Antonieta Rivas Mercado y Dolores del Río. Entre las extranjeras contamos a la italiana Tina Modotti, a la alemana de origen ruso Olga Costa, a las estadounidenses María Asúnsolo, Alma Reed y Mariana Yampolski
La dispersión caracteriza a la biblioteca de historia y no se diga la sección de arte. Con todo y balazos la vida siguió, hubo comercio y fiestas, por tanto, hubo música y viajes. Al caer el gobierno de Victoriano Huerta muchos escritores emigraron y otros ocuparon los lugares que dejaron.
Un gran personaje de la cultura durante el Porfiriato fue Justro Sierra. La Revolución favoreció el crecimiento político e intelectual de José Vasconcelos, a quien encontramos ligado a Antonieta Rivas Mercado, que se suicidó en París a los 31 años, lo mismo que con Manuel Rodríguez Lozano (1896-1971), pintor, quien estuvo casado con Carmen Mondragón (Nahui Hollín), “uno bisexual y ella ninfómana” (pág. 52). Vivieron en Francia y tuvieron un hijo que murió asfixiado entre ambos, mientras dormían.
Rivas Mercado fue la “primera escritora moderna en México”, nos dice Ivonne Moreno siguiendo la biografía que escribió Fabienne Bradu, francesa avecindada en el D.F.
Pero hay algo más que destaca en Rivas Mercado y en Mondragón, hijas de padres acaudalados: son patrocinadoras de los artistas y escritores de la época.
Las mujeres viven más que los hombres. Entre las elegidas para esta guía hay catorce que murieron entre los 74 y los 95 años (en promedio, vivieron 83 años). De las seis que murieron más jóvenes dos se suicidaron y una fue víctima del alcoholismo.
En el libro tienen más presencia las actrices: Esperanza Iris, Dolores del Río, Lucha Reyes, Lupe Vélez y María Félix. Iris, Conesa y Reyes fueron también cantantes. Siguen las escritoras: Lupe Marín, Rivas Mercado, Nellie Campobello, Pita Amor y Elena Garro. Pintoras: Carmen Mondragón, María Izquierdo y Frida Kahlo. En danza: Nellie Campobello. Y en la promotoría cultural: Dolores Olmedo y Rodríguez Prampolini, quien destaca además como investigadora y crítica de arte.
Las extranjeras que adoptaron México en algún momento de sus vidas son: Alma Reed, María Conesa, María Asúnsolo, Olga Costa, Mariana Yampolsky. Tina Modotti, fotógrafa, viajó a México en los años veinte, regresó al país a fines de los 30, donde murió de un infarto en 1942.
Al incluir la mención de los maridos y parejas en este recorrido queda en escorzo la unión/desunión que las creadoras fueron dejando como parte de las tribulaciones de un siglo que empezó abriendo puertos, en nada parecido a la “inactividad” femenina generalizada del XIX.
Oro puro: arte, artistas
La divulgación del arte viaja envuelta en palabras: los cuadros son evocados por el nombre de quienes los crearon, por ello creo que hubiera valido la pena que el libro Veracruz, una veta artística (Conaculta-Ivec, 2010), de Ivonne Moreno, empezara con el texto que viene al final: “Veracruz, los ecos plásticos del Sotavento”, donde aparecen los nombres de veinticinco autores acompañados de algunos de sus cuadros y su propio retrato en dos casos. La verdad es que se necesitan más páginas para dar cuenta de lo que ha pasado en el arte veracruzano en los últimos veinte años. Por ejemplo, diez de los anotados por Ivonne Moreno no están en el libro de Manuel Salinas, El desarrollo de la plástica en la ciudad de Veracruz (ver reseña al principio de esta publicación), y una cantidad de los recordados por Salinas no están en libro de Moreno. Y otros no están en ninguno de los dos libros. Y no podemos decir que son cosas que pasan, sino que no ha habido todavía un espacio (libro o museo) donde estén todos, lo que indica que falta mucho por hacer.
En otro de los textos de Ivonne Moreno, “Mujeres por mujeres; el pretexto, la plástica” (pág. 70), donde anota a veintiún artistas, trece no están en el libro de Salinas.
Palabras e imágenes hacen del libro una galería portátil, con subrayados, con indicaciones. Libro que es el reporte actual de una actividad cada vez más dinámica, como lo vimos en la subasta del 11 de diciembre en el fraccionamiento Reforma, o en las exposiciones habidas en el WTC, del Cevart, en la USBI de la Universidad Veracruzana , en la galería Xanatl de la Universidad Colón , en la enoteca del Veneziano.
Directora de la galería Casa Principal-Ivec, Ivonne Moreno reunió en este libro sus comentarios sobre varias exposiciones presentadas en estos años: de Mariana Pazos, Carlos Nieto Arróniz, Adriana Alonso, Sergio Isaías Camacho, Arissa Huerta, Maribel Homs, Arturo Talavera, Estrella Carmona, Maite Rodríguez, Susana García Ruiz, Salvador Flores Gastambide, Irma Ríos, Lourdes Ortiz.
La autora también incluyó textos sobre exposiciones relevantes habidas en otros sitios, como la de Pedro Trueba en el WTC, Gabriel Orozco en Nueva York, Nahum Zenil en el Ágora y Teodoro Cano en la Pinacoteca Diego Rivera, éstas en Xalapa.
Y un poco más: un apunte sobre la hoy llamada Casa Principal, que es galería desde 1998, año en que dejó de ser sucursal bancaria, y dos textos, uno sobre Naolinco, con fotos de Arissa Huerta, y otro sobre Cempoala.
El libro también es un catálogo, sirve para orientar a los compradores: ¿qué hay?, ¿de quién?, ¿qué atrae a la gente?
Entre las obras reproducidas hay unas brillantes, como las de Mariana Pazos en la exposición Calamores, de María Elena Lobería y Magali Goris. Hay abstracción, como en Adriana Alonso y Lourdes Ortiz. Pop art, en estrella Carmona. Surrealismo en Elisa Galván, Susana García Ruiz y Luis Mellado. Arte naïf en Alma Guerrero.
El cuadro de Luis Mellado que comenta Ivonne Moreno se titula “Leyenda” y ella lo relaciona con el arte fantástico de los autores de la Escuela Mexicana de Pintura: un fantasma vaga por un pasillo, bajo los arcos de una casona colonial, y alude a escritores como Hugo Argüelles, Elena Garro y Juan Rulfo. Agrego a Remedios Varo. El tono azuloso y la perspectiva aportan una distancia que Ivonne Moreno relaciona con “el sentir popular del retorno después de la muerte”, con el deseo de terminar algo que quedó pendiente. Luis Mellado plasmó además la nostalgia que acompaña a la humanidad en su lento transcurrir. Puede decirse que las ánimas buscan, como los vivos, la cercanía con los demás, porque es uno quien mira al ausente. Es lo que mueve a las multitudes en distintos escenarios que son un peligro, como las calles en los desfiles de Carnaval, los estadios en partidos de futbol, los foros en los conciertos.
Es evidente que faltan estudios sobre cada autor, así que estamos a tiempo, en el inicio de un nuevo periodo de gobierno estatal, para no dejar pasar lo que haya. Lo cual quiere decir también que me hubiera gustado que Ivonne Moreno anotara fechas, que agregara en su libro unas páginas donde pudiéramos consultar todas las exposiciones que organizó, pues no todas están en esas páginas.
Artistas mencionados en páginas 104 a 111: Ignacio Canela, Bernardo González Peña, Malena Hoyos, Francisco Galí, Maribel Homs, Susana García Ruiz, María Elena Lobería, Alma Guerrero, Moisés Avendaño, Adriana Alonso, Lourdes Ortiz, Estrella Carmona, Bruno Ferreira, Javier Casco, Anny Fernández, Manuel Salinas, Néstor Andrade, Salvador Flores, Luis Mellado, Milburgo Treviño, Daniel Noriega, José Antonio Ramón, Mariana Pazos, Lourdes Azpiri, Margarita Cházaro.
Artistas mencionadas en página 72: María Elena Lobeira, Sofía García, Gladys Villegas, Belén Valencia, Gina Silva, Cassandra Roberts, Dolores Ochoa, Elisa Galván, Magali Goris, Rosy Morales, Wendy López, Estela Jara, Gabriela Peralta, Hurí Barjau, Josefina Ochoa, Leticia Ramírez, Lorena Marrero, Frida Bulos, Lorenia Tamborell, Lourdes Azpiri, Ana Toledo.
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