Una fina colección
Martha Elsa Durazzo
Un gran vacío dejó Edmundo Valadés al morir, y su gran empresa, la revista de imaginación, como proponía el subtítulo de El cuento, no ha tenido seguidores auténticos, sólo encontramos revistas misceláneas, a pesar del dinero que se ha invertido en promover este género literario con su nombre. Aun así no olvidamos su interés por los cuentos breves y brevísimos. ¿Y qué hay de la escasa obra cuentística publicada de Valadés? ¿Se reimprime, se lee? Así somos los llamados lectores, ignoramos con descaro el presente igual que el pasado.
Con el subtítulo de cuentos breves, Martha Elsa Durazzo publicó en 2008 un delgado libro (poco más de cincuenta páginas), De cuantos cuentos y palabras (el título subraya la tarea del escritor, quien empieza su labor sin saber qué extensión tendrá al final, en hojas que quedarán vestidas de palabras y cuentos, dice la autora). Allí hay dos textos que hacen vivir a Frida Kahlo y a Diego Rivera. En uno de éstos cuenta Durazzo que frente a un cuadro de Frida reafirmó su convicción de ser escritora.
En su nuevo libro, Consume lo que Veracruz produce (Conaculta-Ivec, 2010), vuelven a aparecer Kahlo y Rivera, ahora figuras más cercanas, como los nuevos billetes de cien pesos que han empezado a circular este año (2010). Fechado en 2007, en el relato erótico “¿Quién dice que no está vivo?”, dos personas recorren el Anahuacalli, en la zona sureste de la ciudad de México, que resguarda piezas prehispánicas reunidas por el pintor Diego Riera, a quien vemos fugazmente, en un momento en que deja reposar sus pinceles.
Por cierto, el abuelo del texto autobiográfico “Hombre de los ojos café-verdes” también acompaña, después de muerto, a la autora, y una afirmación del personaje Teodoro Cano en el Tajín aporta la clave sobre los sucesos prodigiosos: “Sólo les estaba permitido verlo a ustedes” (“Custodio”, págs. 113-115).
Y en “Aves del paraíso” son ambos, Frida y Diego, los que unen arte y erotismo ante nuestros ojos. En una cocina se besan y abrazan. En una siguiente escena, Frida ama a Teresa y Diego a una bailarina de ballet. Al final, Frida y Diego vuelven a amarse.
“Consume lo que Veracruz produce” es una frase que fue instrumento propagandístico de una política que estuvo de moda hace unos años. Estampada al frente del libro de Durazzo se entiende como una invitación a leer sobre asuntos y personas de esta región, como quien dice lee lo que hacemos e imaginamos las gentes de Veracruz.
Este libro de Durazzo contiene 28 narraciones en 150 páginas, una novela corta y varios mini cuentos, además de un texto inclasificable, apunte de poema en prosa. Al anotar las fechas al final de cada uno de sus escritos, Durazzo dejó el rastro de su labor en esta década, 2000 a 2009 (menos los años 2002, 2003 y 2005, de los que no incluyó ningún texto). Sus años más productivos fueron el 2006, con tres relatos, y el 2008, con cuatro; el mejor fue el 2007, con cinco.
El libro empieza con una novela corta, “¡Viva el sindicato!”. Como egresada de la carrera de Derecho, Martha Elsa mira aquí varios temas como quien estudia un expediente en un juzgado: la corrupción, la pobreza, la poligamia, asesinatos. El testigo es un jovencito que años después recordará el devenir del “llamado progreso”, quien concluirá: “Restaron fuerza al sindicato nacional (…) y la empresa redujo las prestaciones a los obreros”. Titulado de ingeniero y director de una empresa en el extranjero, el protagonista deja por descifrar fechas (¿durante el Salinato?) y asuntos reales de lo que ocurrió entonces y que confirma la pérdida del rumbo de un país nada ficticio, como podemos ver.
Unas páginas adelante se encuentra el relato “Para las mujeres es fácil”, donde el personaje también triunfa por la vía del estudio. Una joven viuda se traslada con su hijo al puerto de Veracruz, establece una agencia aduanal y llega a ser presidenta de los agentes aduanales. Es una empresaria muy ocupada que se da tiempo para atender a su hijo. Otro triunfador es Rubén, en “Conciencia mágica”, que llega a ser gobernante.
El libro de Durazzo muestra un derrotero por la cultura mexicana: lo prehispánico, presente en las apariciones de Cuitláhuac, un ser protector, afable. El nacimiento de la población mestiza está narrado a través de Don Ignacio, Constanza y Xóchitl, en “Arco iris”. Una solución singular, ya que la mujer europea recién llegada no queda embarazada.
Lo que sigue es un mundo partido en dos, uno lento, rural, y otro urbano, inestable y fugaz, como el viaje a París de una mexicana, que no deja de pensar en Cuitláhuac. Esto queda reiterado en el personaje de Frida, que va exponer sus cuadros en aquella ciudad (“Aves del paraíso”, p. 81).
El medio rural (el Totonacapan, Tajín) es enlazado con rituales y magia con la desolada vida urbana, donde abunda el desamor. Y el viaje, una manera de renovar la creencia de que hay un territorio a salvo, como el de los sueños, deviene un encuentro con la fantasía, con el pasado familiar, con el proceso de cicatrización del alma porque el desencuentro a veces puede deberse a un detalle, un número de teléfono mal escrito. En la historia de Durazzo, el paso del mundo antiguo al actual, con sus etapas, conduce a la narradora a Europa en una doble búsqueda de raíces: Cuitláhuac y París, en un doble viaje, de lo rural a lo urbano, interior y exterior, donde París no es un conglomerado de conflictos sino museos y hoteles, la vivencia fugaz. En lo intelectual, la vida va del desamor, de la soledad, al amor y a la fantasía.
En uno de los relatos, la protagonista, atrapada en una inundación, ve llegar a quien la rescatará, un hombre que canta y que le ofrece su embarcación, ¿un veneciano? (pág. 70). Reiteración del papel que le ha asignado a Cuitláhuac. Una vez restablecida la armonía: “Hoy continuamos entre poemas, navegando por esa mar de la vida”, el punto de llegada más alto es el cielo, Dios, o por lo menos criaturas aladas que recuerdan a los ángeles de la cultura cristiana. Hay también ciertos movimientos horizontales, al balcón, a la ventana, para ver el horizonte, lo lejano.
“En pos de una ilusión” trata de una mujer que se convierte en gaviota: “Gracias por el tiempo. Gracias. Disfruta tu carrera” (se refiere a un balón que el viento impulsa en la playa); “será bueno que otros gocen tu colorido –dice en voz baja”. Y “En los cielos las nubes y Gina también”, el viaje lo emprende una joven al mirar las nubes.
“–¡Ah!, esta nube que se viene acercando es una hermosa águila con sus alas desplegadas y en el pico trae una rama de laurel…”
Al final del cuento, la joven verá a un muchacho que la busca, entonces exclamará:
“–Es tan bello que parece un águila…”
El muchacho le ha dejado de regalo un libro, titulado: “Armonía, el lugar de los dioses”. Que también hace referencia a un lugar imposible para la vida de los humanos. Violencia y desamor sólo pueden ser vencidos en un lugar aéreo, celeste, habitado por seres fantásticos y donde puede existir la armonía: un sueño posible.
El trabajo literario de Durazzo presenta a personajes mujeres (de 28 textos sólo en cuatro el personaje principal es hombre) que se desenvuelven en diferentes ámbitos, que enfrentan situaciones difíciles o excepcionales en el amor, en la sociedad, en el rescate de su identidad. Claro que hay textos con mayor densidad, en tanto otros son más ligeros. Una primera selección me llevaría a elegir diez, los titulados “Para las mujeres…”, “La cola”, “Las totolitas”, “Una noche inolvidable”, “Esperanza”, “Juzgado”, “Custodio”, “Vaivén de olas”, “En los cielos las nubles y Gina, también”, “Paricutín”. La mayoría de los textos han sido publicados por separado, en revistas y periódicos o libros antológicos.
Poesía abstracta
Mary Carmen Gerardo
A algunos lectores les gusta pensar que Sor Juana es el inicio y, en un descuido, el final. Pero México, lejos de la veta española, siguió los nuevos capítulos de la historia literaria con apenas un poco de retraso: la literatura tiene varios inicios y no tiene fin. En la segunda mitad del siglo XIX hubo editores e impresores interesados en la escritura de las mujeres en Europa y en América-europea y el siglo XX siguió con sus calmas y se acabó muy rápidamente. Todo indica que estos últimos veinte años han sido el inicio inmejorable de una tercera etapa en América para la poesía escrita por mujeres, etapa que abarca más de veinte años con otras artes, pintura, cine…, aquí y en otros países.
Mary Carmen Gerardo plantea en su tercer libro, Los círculos del edén y del infierno (Conaculta-Ivec, 2010) un reto para la crítica: novedad, ruptura: ¿hay nombre para esta poesía?, ¿puede uno asomarse sin riesgo al abismo de la creación artística?
En 1992, Mary Carmen Gerardo publicó el poemario Vía sin vuelta (Ed. Ezra Michelet) y en 2007, Isla o sirena (Centro Universitario Hispano Mexicano). Conviene releer ambos.
Los poemas de Sor Juana son producto de la introspección filosófica, científica y de la música de la versificación española de su tiempo. Los poemas de Mary Carmen Gerardo proceden de la pintura y de las palabras como seres omnívoros. En el otro lado de la expresividad barroca hay una condensación léxica, una trabazón de líneas como arquitectura románica: punto, círculo, cuadrado. Entre las naves y las cúpulas, la atmósfera está cargada de pinceladas de colores donde surcan figuras fantasmales (pág. 64).
En la parte del libro llamada “Los círculos del edén y del infierno” hay un intento de abstracción, pero todavía son distinguibles figuras: personas y objetos, y el tiempo.
Al despertar, el círculo se cierra
Veo tu imagen en el espejo
En el altar de muertos.
En las otras dos partes, tituladas “El cuadrado” y “El punto”, la poeta avanza en su experimentación y afirma que puede tener “la gama de colores entera”, al tiempo que, en calidad de eco, apunta: “Tengo la certeza / de que no somos nosotros”, lo que requeriría de otro análisis, y junto está algo que dice, en el “Punto IV”: “Una rosa no tenía espinas” (pág. 47) en el “valle de los suspiros. Y en el “Punto I”: “Una hormiga / está construyendo / una ciudad (pág. 44). Serían puntos sobre las íes en una discusión habida o por haber.
En la sección “El cuadrado”, que consta de 34 poemas, entramos en una exposición de arte abstracto plena de sugerencias. Aquí las palabras se han vuelto trazos azarosos que el lector recorre con el asombro de artistas como Tápies:
Cuadro I
Hay un hoyo negro
en la pared
Los ovarios nadan
huérfanos
en un río de sangre
Casi no hay nada más que decir después de la lectura, pues la mirada no se engaña: está el cuadro y en él un círculo negro y pintura roja lanzada sobre el lienzo, unas sombras apenas discernibles representan los ovarios. La poesía descansa en una palabra: huérfanos, y pienso en una bandeja en el quirófano del doctor Farabeuf.
(Huérfanos además está emparentado, en el leguaje popular, con huevos, que se aplica a testículos, viajantes en busca de piscina. En el Diccionario de la Academia Española la acepción tercera de piscina dice: “lugar en que se echan y sumen algunas materias sacramentales, como el agua del bautismo, las cenizas de los lienzos que han servido para los óleos, etc.”.)
En “Punto III” leemos:
Focalizar el punto
la realidad invisible
el encuadre
él no puede estar
en el lugar de los acercamientos
En Dante hay círculos, allí vivos y muertos pasarán la eternidad, pero los poemas de “El cuadrado”, titulados “Cuadro” y seguidos de números romanos, colgados a la entrada del libro, son eso, pinturas en una exposición:
Cuadro II
Es en este sitio
en que el mar olvida
Un triángulo se ve claro
Color rojo
En la desconocida pinacoteca porteña destacan Valdemar Aguirre, Elisa Galván, Raúl Guerrero y Adriana Papayanópulos (ver el libro de Manuel Salinas, El desarrollo de la plástica en la ciudad de Veracruz, comentado al principio), como autores de abismos. Color, luz, proporciones que la poeta retoma.
Cuadro IX
Desarticular un poema
Romperle los huesos a un cuerpo
Es la ilusión del ascenso
La realidad es el primer aliento
El lector se enfrenta a un espacio multidimensional, creado con palabras.
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