Por: Sonia López Azueta/FUNDACROVER ITALIA
Reflexionar sobre la influencia del sol, la luna, aire, mar y clima en nuestras células, sentir que respiramos al ritmo de nuestros padres y hermanos. Recorrer cada vez un calendario de fiestas mientras que tratamos de recordar dónde las festejamos por última vez “como Dios manda”. A medio día, desear el encontrar como almuerzo, un generoso plato de pozole o al menos unas enchiladas de mole sobre la mesa. Uno recorre pueblos y ciudades vecinos en busca de productos “exóticos, para intentar reecontrarse mínimamente con algunos sabores.
Son tan solo algunas experiencias que puede traernos la migración, un fenómeno tan viejo como la humanidad que constituye la base de nuestro éxito evolutivo como seres humanos.
En algunas áreas de Europa la inmigración despierta desconfianza, temor a la pérdida de identidad o cohesión social. Existe dificultad para incorporar a los inmigrantes y minorías étnicas a las sociedades receptoras, y hay obstáculos que se oponen a la integración tales como la segregación, discriminación, exclusión social y xenofobia. Se vive la inmigración como un problema, la capacidad de acogida y la oferta laboral son limitadas, se restringen y controlan las entradas y permanencias de flujos. Sin embargo los movimientos migratorios no se detienen, dando lugar a la migración clandestina y al tráfico de personas, se extiende la proporción de inmigrantes en situación irregular. Los gobiernos priorizan las políticas de control y lucha contra la inmigración ilegal.
Cada caso de migración es particular; no es lo mismo emigrar en condiciones difíciles que en condiciones extremas. Y sin embargo, es siempre un corte umbilical que conlleva un proceso de duelo en el individuo. Descrito el duelo como la ruptura de una relación en la que existe una pérdida, abandonar la ciudad pero sobretodo el país de orígen, puede ocasionar sentimientos confusos de ganancia y al mismo tiempo privación de diversos elementos intrínsecos a la naturaleza humana y al desarrollo personal.
Si no se está consciente de este proceso, existen probabilidades de ser afectado por el Síndrome de Ulises: “Ulises pasaba los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril.” (Odisea, canto V, 150). Hoy, para millones de personas, emigrar significa pasar por niveles de estrés sumamente intensos que muchas veces llegan a superar las capacidades de sobrellevarlos. Cuando resulta difícil manejar los duelos en relación a la a familia, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el grupo de pertenencia y los riesgos físicos, ello puede traducirse en padecimientos tales como migrañas, irritabilidad, fatiga y falta de sueño además otros de tipo psicológico como tristeza, miedo y sentimientos de fracaso, culpa y soledad acompañados de llanto, mismos que afectan la identidad y cuya desaparición depende de la habilidad del individuo por acelerar su adaptación al nuevo medio.
Para emigrar hay que estar preparado. Incluir en la valija importantes reservas de paciencia, motivación y hasta resignación bien aceptada, pero sobre todo una gran fe y esperanza. Informarse acerca del lugar de destino, si el idioma es distinto a nuestra lengua madre, estudiarlo, siempre que sea posible, antes de partir o bien inmediatamente al llegar al nuevo país, para dominar por lo menos las expresiones básicas y más indispensables en la vida cotidiana; aproximarse a la cultura y costumbres extranjeras previamente, aminorará el impacto que puedan generar. Hacer uso intelligente de instrumentos tecnológicos como las redes sociales para añadirse a grupos de connacionales puede resultar productivo. De este modo se puede arribar con la sensación o incluso la certeza, si es que se han fortalecido lo suficiente algunos lazos, de contar con algunos amigos o conocidos a quien recurrir. De hecho, los inmigrantes se organizan espontáneamente en grupos asociativos para intercambiarse informaciones, conservar ritualidades comunes y encontrarse periódicamente. Esta primera fase va seguida de una segunda: las asociaciones formalizan su organización, se presentan como intermediarios, y asumen un papel tanto social como económico.
En Italia, el importante papel mediador entre el inmigrante mexicano y la sociedad italiana lo desempeñan asociaciones tales como la “Comunidad Católica de Mexicanos” (CCMR) en la capital Roma; al norte, la “Asociación Messico Qui” y al sur, la “Asociación Cultural Mexicana Quetzalli”.
La CCMR el año pasado celebró su décimo aniversario; se encuentra reconocida por instituciones tales como la Embajada de México en Italia, Embajada de México ante la Santa Sede, Secretaría de Relaciones Exteriores y el Instituto de Mexicanos en el Extranjero. A través de su página en internet brinda información valiosa, de interés tanto para el inmigrante como para el vacacionista. Los miembros se reunen períodicamente y llevan a cabo actividades culturales y de esparcimiento, entre las cuales no puede faltar la celebración de cada fiesta nacional.
La Asocicación Messico Qui (México Aquí), mediante su denominación, dilucida la existencia de una comunidad de mexicanos que vive y se desenvuelve en la región del Veneto. Su objetivo es desarrolar iniciativas de tipo cultural para difundir la actividad prfesional y creativa de mexicanos radicados en Italia o en México y con ello reflejar nuestra cultura, mostrándola a quienes no saben de ella y ofreciendo una perspectiva diversa a quienes la conocen solo a través de comunes estereotipos. Un destacado ejemplo de las varias actividades coordinadas y coprotagonizadas por su Presidenta, la fotógrafa y profesional de la comunicación, Blanca Estela Rodríguez, es el evento “México y Revolución: tras las huellas de la historia”, integrado por una conferencia reflexiva, un encuentro musical “El eco de 100 Años” y la proyección de una serie de filmes alusivos al período revolucionario mexicano.
Por su parte la “Asociación Quetzalli” con la motivación profunda de compartir la cultura y los valores del pueblo mexicano desde la isla de Cerdeña, dirigida por Virginia Cruz, se organiza en grupos de trabajo para promover actividades arísticas, culinarias y creativas, formas de comercio solidario, iniciativas relacionadas con la educación multicultural y el desarrollo sostenibile, creando espacios de convivencia e intercambio.
Participar como inmigrante en las actividades de estas asociaciones y muchas otras más, es para muchos, aspirar una bocanada de aire mexicano en medio de una nube de gas raro, es atravesar un umbral donde el otro lado, es también nuestro lado.
Sonia López Azueta.
Italia, febrero de 2011.
1 comentario:
En México, hemos tenido inmigraciones sumamente interesantes, siendo Veracruz puerto uno de los principales puntos de partida y llegada de cientos de grupos de personas de distintas nacionalidades, lamentablemente nunca se ha creado ni se ha pensado en la idea de construir el museo de la inmigracíon, pudiendo ser un lugar ideal parte del Fuerte de San Juan de Ulua que lamentablemente no se aprovecha ni en un 15% de su uso, y se podria relatar de las distintas inmigraciones que ha tenido México, como los libaneses, haitianos, franceses, alemanes, italianos , entre otros, aunque desgraciadamente no se puede hacer nada en Veracruz si no tienes algun pariente politico,afiliacion politica o de plano te relegan a 2as esferas , por lo que uno tiene que salir de ahi literalmente para hacer crecer sus ideas, soy del puerto de Veracruz, pero mejor sali para unirme y construir el museo union alternativa camaron, en la ciudad de Camaron de Tejeda.
Saludos
Dr. Jesus Arturo Salas Segura
Fundador del Museo Union Alternativa Camaron
Hagamos un Camaron mejor
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