“LOS
PROFESORES VERACRUZANOS”
Por: Miguel Salvador Rodríguez Azueta
“La historia no es historia a
menos que sea la verdad”
Diez años atrás, el Profr.
José Antonio Herrera Cerezo, publicó una
valiosa obra: “La Epopeya de los Profesores en 1914”. Un trabajo compilatorio
y de investigación que no debe quedar en el olvido. Gracias al apoyo del grupo
Rullán, la SEV, Delegación regional en esta ciudad, el Ateneo Veracruzano y la
Biblioteca magisterial, Herrera Cerezo de manera visionaria señalaba que a diez años de la Gesta heroica, corríamos
el riesgo de llegar a la conmemoración de los 100 años como lo estamos
haciendo, desunidos. Como aquella voz que clamaba en el desierto, el profeta Herrera
vislumbraba que grupos civiles y oficiales trabajarían cada quien por su lado
en beneficio propio, no se equivocó, demostró que pueden más los intereses privados y los egos
que el supremo interés colectivo de nuestra querida ciudad.
No es un secreto, que a historia
oficial dista mucho de la realidad, tan es así que el Mtro. Herrera trae a la
luz un dato que echa por tierra la famosa instrucción de tomar a toda costa
Veracruz en el 23 de Noviembre de 1914.
Herrera explica que existe un
Decreto de perdón que Venustiano Carranza acordó el 8 de noviembre de 1914, el
cual beneficiaba a todos los colaboradores del invasor, ósea un Indulto General a los colaboradores.
En la misma obra, nuestro
Profeta porteño, resalta los nombres de
valientes maestros que se opusieron a trabajar para los invasores, entre ellos
destacan María Malard Macarty Abraham
Morteo Savignon, Elena V. del Toro, Luz María Llorente de Posadas, Mtro. Delfino
Valenzuela y muchos otros, cuyos nombres se encuentran un pequeño monumento,
ubicado en el Parque Ciriaco Vázquez, por cierto en muy mal estado, por el lado de la Avenida Hidalgo.
Considero que la obra de
investigación del maestro Herrera debe ser de obligatoria lectura por parte de esta
generación de profesores, educadores del siglo XXI, siglo en el que los valores universales
brillan por su ausencia (frase jarocha). Vergüenza debería darnos, el que una
niña indígena nos señale nuestros errores y fracaso como sociedad.
Justino N. Palomares en su
obra “La Invasión de Veracruz”, (cuadernos mexicanos 968-084-8333-x) señala que los profesores porteños fueron
citados por los mandos de ocupación en el hoy teatro Clavijero. Después de
escucharlos, el Mtro. Delfino Valenzuela les dio esta valiente contestación a las
ofertas de impartir clases al estilo del programa americano: “Es imposible que trate de obligarnos a
asistir a nuestra labores contra nuestra voluntad. Por mi parte declaro que no
estoy dispuesto a trabajar. Díganos ustedes, miembros del ejército norteamericano
¿Qué harían en nuestro caso? Supónganse que por un momento fuéramos nosotros lo
invasores… ¡nosotros aquí debemos adoptar una actitud de dignidad y patriotismo!”
En mi opinión, creo que debemos
mirar al pasado y recordar a aquellos hombres y mujeres que si esperar ordenes
de jefes o inspectores (mucho menos de líderes sindicales) asumiendo la
responsabilidad de oponerse a tremendo enemigo y sin violencia, solo siguiendo la
máxima de Gandhi, “Resistencia pacífica”, sirvieron desinteresadamente a la
niñez veracruzana, insisto, sin percibir emolumento alguno y sorteando peligros
latentes, hasta de muerte.
Herrera Cerezo señala “Se trata de una valiosa dedición colectiva
inspirada en la ideal liberal de la educación como derecho fundamental del
pueblo mexicano, pero había que defender el postulado asumiendo la responsabilidad
de la desobediencia a un mandato extranjero llamado ley marcial”. (Pág. 84).
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