lunes, 22 de marzo de 2010

Santa Anna y el beso hidrocálido

Antonio Lopez de Santa Anna y su intervención para la creación del territorio de Aguascalientes.

Por Miguel Salvador.

La historia universal posee diversas anécdotas y leyendas donde el principal protagonista es un beso. El juntar los labios con otros similares o con cualquier parte del cuerpo, ya sea humano o animal, como en el caso de la princesa y la rana, tiene un hondo significado en nuestra cultura donde la acción del beso no está prohibida ni es pecado mortal; quien no recuerda un beso de despedida, de buenas noches, el primer beso, el famoso "beso traidor de judas", llegando hasta los besos tabús como el “beso francés”, por sólo mencionar uno de tantos y no causar polémica en esta columna, incluso nuestras canciones y poemas más populares hablan de esta acción “bésame mucho”, “por un beso de la flaca...” etc. Sin embargo, quiero confesar que desconocía la existencia de un beso que fuera fundador de un Estado, tal es el caso de Aguascalientes y la leyenda su nacimiento como territorio independiente de Zacatecas gracias al “sacrificio” de Doña Luisa Fernández Villa, esposa de un rico comerciante zacatecano que posteriormente fue gobernante de dicho territorio.

Gracias a los trabajos de recopilación de Agustín R. González (1881), del cronista Alejandro Tope del Valle, del ingeniero Elías Topete, del escritor Germán Castro y del propio diseñador del escudo Bernabé Ballesteros hoy podemos interpretar el escudo hidrocálido y el porque posee una cadena incompleta y sus labios rojos. Los cronistas cuentan que corría el año de 1835 cuando arribó a la ciudad de Aguascalientes - por esas fechas pertenencia al Estado de Zacatecas- el entonces poderoso militar veracruzano Antonio López de Santa Anna con un ejército de aproximadamente 4000 soldados. Su permanencia en la ciudad era puramente estratégica, pues tenía como objetivo sofocar la revuelta liberal del gobernador zacatecano Francisco García Salinas “Tata Pachito”.

Las crónicas narran que terminando el día el general Santa Anna acabó exhausto ante tanta queja y pedimento de la población, junto con las providencias meramente castrenses, sin embargo aceptó la invitación de Don Pedro García Rojas para cenar en su casa. Santa Anna fue agasajado por el matrimonio como el libertador de la comarca, haciéndole saber la serie de arbitrariedades que cometía el gobierno zacatecano con ellos. Se cuenta que casi al final de la cena, el anfitrión fue avisado por un miembro de la servidumbre que tenía una visita (Acción que provoca mis suspicacias, pues quien más importante que el invitado de aquella noche) por lo que excusándose dejó sola a su esposa con el militar veracruzano. “Aguascalientes puede ser independiente- se dice que Doña Luisa insistió a Don Antonio- hasta que usted quiera, mi general; que en este pueblo todos lo anhelamos y llegaríamos hasta el sacrificio para obtenerlo". Santa Anna apretó la mano de Doña Luisa al tiempo que la interrogaba “¿De veras hasta el sacrificio?”, la dama - al fin mujer inteligente- supuso que el militar veracruzano de sangre caliente había entendido la indirecta por lo que se dice que respondió “hasta el sacrificio General”, acto seguido se dice que al fin veracruzano Santa Anna le robó un beso prolongado y ardiente, que sólo pudo ser interrumpido por el sonido de los pasos presurosos del anfitrión que regresaba al comedor. La dama salió al encuentro de su esposo, radiante de alegría y colgándose del cuello, zalamera y coqueta, le dijo: “Perico, por fin Aguascalientes es independiente… ¿Verdad, mi General…?", "Verdad es…"- asintió Santa Anna, sonriendo también.

En lo particular dudo mucho que Don Antonio se haya conformado con un sólo beso – yo no lo haría- pero para no crear rumores y chismes de lavaderos sólo agregaré que contrario a su fama, Santa Anna cumplió con lo prometido. El dos de mayo de 1835, fue depuesto el jefe político zacatecano, José María Sandoval, y nombrado por el cabildo para sustituirlo Don Pedro García Rojas. Después derrotar en Guadalupe, Zacatecas a las fuerzas de “Tata Pachito”, expidió un decreto el 23 de Mayo de 1835, confirmando la independencia de Aguascalientes, haciéndolo territorio el 30 de Noviembre de 1836, fue declarado Departamento con la dimensión que ahora tiene el Estado, nombrándose como era natural, primer gobernador el “marido sacrificado” Don Pedro García Rojas.

Esta historia pasional y de sacrificio – aunque dudo que fuera realmente un sacrificio besar a un joven y poderoso en aquel entonces general Santa Anna- esta plasmada en el mural de Oswaldo Barra, que adorna el palacio de Gobierno de Aguascalientes.

Para conocer más: www.muver.org.mx

jueves, 11 de marzo de 2010

BREVE DESCRIPCIÓN DE LA CIUDAD AMURALLADA DE VERACRUZ EN EL SIGLO XIX


Por Ricardo Cañas Montalvo Investigador/FUNDACROVER A.C





Puerta México, se distingue la muralla y al fondo la iglesia de la Divina Pastora.


La muralla que circundaba la ciudad de Veracruz se comenzó a construir  después del ataque del pirata Laurent de Graff, mejor conocido como Lorencillo, el 17 de mayo de 1683. Fue terminada hasta 1790, después de un largo proceso de construcción y adaptación que  duro más de cien años. 
 Finalmente, desde su base medía una altura de cuatro varas castellanas (1 vara = 83.59 cms), una vara de ancho y 3,174 varas de longitud, la muralla tenia troneras o aspilleras las cuales eran como pequeñas rendijas de orden militar para que los soldados protegidos dispararan hacia el exterior; así mismo, adosados a la muralla se encontraban nueve baluartes que la resguardaban, dos mayores junto al mar y siete de menores dimensiones del lado de tierra, todos éstos tenían nombres de índole religioso. Eran: Baluarte de La Concepción o Caleta, De San Juan, De San Mateo, De San Javier, De Santa Gertrudis, De Santa Bárbara, De San Fernando, De San José y De Santiago también llamado del Polvorín, pues en su interior tiene un sótano en donde se guardaba la pólvora para los cañones, siendo éste último el único que todavía existe y que fue construido junto con el de la Caleta en 1635.
 En conjunto podían portar hasta cien cañones para la defensa de la  ciudad.  Existían también los cuarteles militares adosados a la muralla la cual tenía para su acceso tres puertas de tierra y una de mar, estas puertas tenían horarios y solo estaban abiertas durante el día. De algún modo la puerta más importante era la Puerta México, ubicada al noreste, en lo que hoy es la calle de Constitución entre 5 de Mayo y Madero, casi frente a la escuela primaria Vicente Guerrero y a tan sólo unos pasos de la iglesia de la Divina Pastora. Prácticamente en esta puerta iniciaba el Camino Real y su nombre deriva de que por ahí se  partía rumbo a la ciudad de México.
 Le seguían: la Puerta Nueva o Acuña al oeste, en lo que hoy es Zamora entre Degollado e Hidalgo; se le llamaba así ya que fue la última puerta en abrirse al recinto amurallado por mandato del Virrey de Acuña Marqués de Casa Fuerte. En la era colonial esta entrada se  utilizaba sólo para los virreyes y ya en épocas de libertad de ahí partía el camino para Córdoba y Orizaba. 
 La Puerta Merced al sur, en lo que hoy sería la entrada de la Avenida Independencia esquina con Rayón, su nombre deriva de que esta entrada se encontraba muy próxima al antiguo convento de Nuestra Señora de la Merced (Independencia y Canal) por ella se daba acceso a los barrios extramuros del sur, como el barrio de la “Huaca”, del “Mondonguero”, así mismo para ir al camposanto o a la iglesia “del Cristo”.
 Del lado del mar estaba la hermosísima Puerta de Mar, también llamada Del Muelle y frente a ésta -por el interior de la  ciudad- se encontraba la Plaza Del Muelle en la cual eran depositados al aire libre todas las mercancías que bajaban de los barcos, sin existir zona fiscal. Afuera de la Puerta de Mar estaba el Muelle, que había sido reconstruido con piedra en 1843 y en donde se encontraban los aparejos de madera que servían para la carga y descarga de mercancías que traían las Falúas desde los barcos amarrados en San Juan de Ulúa y también viajeros que llegaban por barco a Veracruz, sin duda alguna la antigua Puerta de Mar o  del Muelle  era  la puerta de entrada a México.
 La muralla encerraba un total de  64 manzanas y 1106 casas las  cuales en su  mayoría eran de dos plantas, algunas  hasta de tres, pues  muchas de ellas servían en la parte inferior como negocio, tenían un entresuelo o tapancos que funcionaban de bodegas o administraciones de los mismos, y en la parte superior vivía la familia propietaria, estas casas estaban construidas en su mayor proporción con el único material disponible: el coral, que por  su dureza es conocido comúnmente como piedra múcara o madrépora, cabe aclarar que  esto no es piedra, es un organismo vivo que creció en los arrecifes de las costas veracruzanas, se utilizaba para la construcción una mezcla llamada “mortero” la cual sólo consistía en arena y cal, esta última sacada de la trituración de los mismos corales y conchitas, los techos de teja fueron sustituidos por terrados con declive soportados por fuertes vigas de madera, los pisos mayormente eran de ladrillo y algunas  casas de personas pudientes  fueron de mármol de carrara, algunas contaban de patio central y sus balcones estaban hechos de madera de zapote por ser muy resistente, algunas tenían aljibes para  almacenar el agua de las lluvias, las casas se pintaban a base de cal y su arquitectura presentaba una influencia mozárabe.
 La ciudad de Veracruz se encuentra trazada –por lo menos en su Centro Histórico- por las Ordenanzas de 1573 del rey Felipe II para la construcción ciudades costeras de Indias, la cual consistía en trazar la ciudad en lo que hoy se conoce como calles y avenidas y que debía tener una plaza principal flanqueada por la Casa de Cabildo, Iglesia Parroquial y soportales para el comercio.
 El drenaje consistía en caños a cielo abierto en medio de todas las calles con declive hacia el mar, las cuales eran limpiadas por personal del Ayuntamiento y por los “nopos” que se comían toda la inmundicia que quedaba y por eso mismo  estaba prohibido matarlos. 
 La ciudad se abastecía de agua por medio de un antiguo acueducto subterráneo construido por un fraile franciscano de nombre Pedro de Buceta en 1723, traía el agua de la Laguna de Malibrán hasta la ciudad, para surtir las primeras cinco fuentes públicas. Hasta los años sesentas del siglo decimonónico se pudo lograr la introducción de las aguas del río Jamapa y las fuentes públicas aumentaron a doce. En 1869 se construyeron los Lavaderos Públicos para la población, ubicados en la Plazuela de Loreto, hoy parque de  La Madre.
  Las calles de Veracruz estaban empedradas desde 1780 y tenían banquetas hechas con mortero, en las esquinas habían semienterrados cañones viejos los cuales evitaban que las carretas se subieran a las banquetas, y desde 1855 se alumbraba la ciudad por las noches con lámparas de gas alimentadas por el “gasómetro”, que se encontraba a extramuros, antes de eso se alumbraba con antorchas y lámparas de aceite.
 Tenía un mercado llamado Trigueros  debido a que lo manda a construir Don Ignacio Trigueros quien era el Alcalde en ese momento, inaugurado en 1841, un edificio para la carnicería y pescadería, así como tres iglesias intramuros las cuales eran La Divina Pastora, La Asunción de María (hoy catedral), la capilla de Nuestra Señora de Loreto, a extramuros estaban la capilla de San Sebastián la cual sus ruinas fueron desaparecidas por el bombardeo norteamericano de 1848; la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, junto a la misma se encontraba el camposanto, que funcionó de 1791 y clausurado en 1848, en su lugar se abrió el nuevo Cementerio General, muy bien hecho, bardeado, con una capilla al centro. Se encontraba en lo que hoy es el Parque Ecológico y fue clausurado hasta 1930. 
 La ciudad  amurallada constaba, además, de seis conventos algunos con escuela, los conventos eran de Dominicos, Franciscanos, Agustinos, Mercedarios y Betlemitas; hospitales: Hospital de Loreto (para mujeres) asistidos por frailes Hipólitos, Hospital y Convento de Belén, Hospital de Montes Claros el cual fue clausurado a principios del siglo XIX por su insalubridad, Hospital Militar de San Carlos y Hospital de San Sebastián, que más tarde se fusiona con el de Belén; un hospicio, un teatro Principal, hoteles, mesones, comercios importantes, casa de baños públicos, boticas, cafés, restaurantes y servicio de tranvías de tracción animal (mulitas), desde 1864 llamado Ferrocarril Urbano de Veracruz.  Había una Casa de Correos y desde 1855 se contaba con servicio de telégrafo.
 A extramuros, al sur, se encontraba el parque de La Alameda y a un lado de éste la Plaza de Toros, que era de  madera. Muy cercano también estaba la primera estación del ferrocarril. El Matadero o rastro se ubicaba muy al sur, frente  a la playa, seguido por los hornos para cal y ladrillo. Un poco más retiradas se encontraban algunas  haciendas, como la de Malibrán, San José Novillero, Buena Vista. Al norponiente y frente a la Puerta México se  encontraban un viejo caserío de madera llamado “Las Californias”, los cuales daban el servicio de hospedaje a los arrieros y viajeros que llegaban a la ciudad en horas en que las puertas estaban cerradas. Los arrieros transportaban la mercancía a lomo de mula, la manada de la misma se le conocía como recua, había una especial que bajaba desde el Pico de Orizaba con un cargamento de nieve el cual era vendido en la  ciudad a alto costo.
 La ciudad amurallada de Veracruz tuvo su primer cuerpo de bomberos desde 1873, siendo éste el primero de América Latina.
 Su población fue variante debido al azote de epidemias y batallas sufridas. Los nombres de las  calles de la ciudad amurallada variaban en cada tramo y se nombraban de acuerdo a algo que estuviera o que había sucedido ahí. Sólo la hoy avenida 5 de Mayo se llamaba en su totalidad Avenida de las Damas, ya que por ésta paseaban las damas que habitaban la ciudad. 
 Pese a la cercanía y brisa del mar, la ciudad era muy insalubre y era frecuentemente atacada por epidemias, como la fiebre amarilla o el vómito negro, que acababan con familias enteras, en esos tiempos se le mal llamaba a la ciudad “Cementerio de Españoles” por eso el nivel de población fue muy fluctuante hasta lograr un crecimiento sostenido en el último cuarto del siglo XIX.

El inicio de la demolición.



Litografía de Casimiro Castro de la Ciudad Amurallada de Veracruz a vista de Pájaro.

Desde mediados del siglo decimonónico se hablaba ya de la necesidad de saneamiento y amplitud de la ciudad de Veracruz. Se hablaba también de que la muralla impedía el libre paso del aire por sus calles.
En la década de los sesentas del siglo XIX se rompió parte de la muralla para que pudiera entrar el ferrocarril a la ciudad. Esto se realizó en el tramo que correspondía entre el baluarte de San José y el de Santiago, justo atrás de lo que hoy es  el IVEC.
Los vientos del norte formaban enormes montañas de arena que se acumulaba sobre la muralla y que en ocasiones la llegaban a cubrir en su totalidad. La gente de manera muy curiosa entraba a la ciudad caminando por esos arenales encima de la muralla, ya sin utilizar sus puertas vigiladas. Además, se erogaban grandes gastos en el retiro de esa arena.
En febrero de 1880, una carreta entró a la ciudad por la angosta Puerta de la Merced -la cual estaba abarrotada a sus lados por vendedores de fritangas y muchos otros productos- y por desgracia atropelló y dio muerte a una niña. Este hecho, registrado en el Boletín Municipal que emitía en Ayuntamiento de esa época, marcó la pauta para que las gestiones de la demolición de la muralla se acentuaran.
Se solicitó permiso primero para la ampliación de dicha puerta, siendo concedido. Los trabajos comenzaron de manera casi inmediata, pero el asunto no paró ahí.
Meses más tarde, una comitiva municipal conformada por Don Domingo Bureau Vázquez (Alcalde de Veracruz), Don  Francisco Canal –Regidor- y  Don José González Pagés –Regidor- partieron hacia la ciudad de México para entrevistarse con el Presidente Gral. Porfirio Díaz Mori, el cual terminaba su primer periodo de gobierno, para solicitarle el permiso para la demolición total de la muralla que circundaba a la ciudad de Veracruz, la cual pertenecía en tutela a la Secretaría de Guerra y Marina (hoy Secretaría de la Defensa Nacional).
Díaz concedió el permiso y también el beneficio de poder vender y utilizar por parte del Ayuntamiento la piedra que se sacara de la misma.
La demolición de la muralla comenzó el 14 de julio de 1880 con una solemne ceremonia. A las cuatro de la tarde salió del Palacio Municipal el Alcalde Bureau, acompañado del cuerpo edilicio, comerciantes, vecinos, la Banda de Música Municipal y unos “rallados” (presos de San Juan de Ulúa que vestían un uniforme de rallas). Caminaron por la calle de María Andrea (Zamora) hasta llegar a la Puerta Nueva o Acuña en donde, después de un emotivo discurso y muchas aclamaciones, se dio el primer barrenazo de la  demolición de esa muralla que, completa, había durado menos de cien años. 
Con su demolición se logró unir el interior de la ciudad con los crecientes barrios a “extramuros” como La Huaca, Mondonguero, Caballo Muerto y Californias. Así el Ayuntamiento podía también cobrar allí impuestos municipales.
La piedra fue vendida por el Ayuntamiento y en ocasiones sirvió también de paga para los colaboradores en la demolición, pues no había muchos fondos económicos para el pago del mismo trabajo.
Se ocuparon inclusive hasta sus  cimientos, por lo que muchos edificios que están en el Centro, en lo que sería las cercanías de la muralla, están construidos con piedra de la misma.
La demolición del recinto amurallado duró también varios años, quedando solamente para servicio del ejército el Baluarte de Santiago y los Cuarteles Hidalgo y Morelos, parcialmente derrumbados alrededor de 1915 para continuar la avenida 5 de Mayo, y que se encontraban en donde hoy está la tienda Casas Castilla, el Teatro de la Reforma y el Palacio Federal.