martes, 25 de enero de 2011

México en Roma

          El “Palazzo delle Esposizioni” es el más grande espacio expositivo interdisciplinario ubicado en el centro de la capital italiana, Roma. Más de 10 mil metros cuadrados articulados en tres pisos alojan eventos culturales y ofrecen servicios a los visitantes, cuenta con sala de cine con 139 asientos, sala multimedial para 90 personas, sala polifuncional para 90 personas, cafetería, restaurante con capacidad para 240 personas y una libería.
 
         Después de cinco años de trabajos de restauración y recalificación funcional de sus espacios, el Palacio se encuentra en sintonía con los acontecimientos culturales de las mayores capitales europeas. Es un modernísimo centro cultural entre los más actualizados y en contínuo intercambio con las más importantes instituciones culturales internacionales. De las muestras de arte a las reseñas cinematográficas, del teatro a la fotografía, de la música a la presentación de libros y eventos.

         Hasta el 27 de febrero del 2011 será posible apreciar por primera vez en este enorme complejo cultural, un proyecto enteramente dedicado a la civilización precolombina de Teotihuacán, La Ciudad de los Dioses y presenta a todo el público la historia, el arte y la cultura de uno de los imperios más prestigiosos y misteriosos de América que dominó la entera área mesoamericana.

lunes, 24 de enero de 2011

Buscan rescatar obra de Díaz Mirón


Buscan rescatar obra de Díaz Mirón
Miguel Salvador es el nuevo director de la Casa Museo

Dijo que se trabajará con los autores locales y se atraerán proyectos como Fundacrover y Domus XX

Al ser nombrado recientemente como nuevo director de la Casa Museo Salvador Díaz Mirón, en sustitución de Verónica Parra Parada, Miguel Salvador Rodríguez Azueta indicó que su plan de trabajo estará encaminado a rescatar y promover el trabajo literario que legó al mundo el poeta veracruzano.
El funcionario municipal destacó que aunque también se planearán otras actividades teatrales y de artes visuales, el ámbito literario será prioritario ya que como también presidente de la Fundación de la Crónica Veracruzana (Fundacrover) tienen el proyecto adelantado al conjuntar a un buen número de autores locales.
Explicó que a través del programa de divulgación literaria “Domus XX. Literatura sin censura” que se realiza todos los jueves en el restaurante bar La República, se ha logrado unificar a grupos literarios importantes como la Unión Estatal de Escritores Veracruzanos, Innovando México, Círculo de Escritores y autores independientes quienes serán invitados a continuar esta labor ahora en este espacio.... 
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martes, 11 de enero de 2011

De libros Colección Bicentenario-Centenario Jaime Velázquez

De libros

Colección
Bicentenario-Centenario

CONACULTA – INSTITUTO VERACRUZANO DE CULTURA
 
Jaime Velázquez

ÍNDICE

Introducción. De manos a ojos     3
La plástica según Manuel Salinas     6
Vasos comunicantes. Luis Armando Torres Camacho     8
Y lo que falta. Glenda Castillo     10
Del río al puerto. Raúl Márquez     13
La tierra vista por aves y una mujer. María Cuthbert     17
Erotismo en el nuevo siglo. Juan Díaz     19
Una fina colección. Martha Elsa Durazzo     21
Poesía abstracta. Mary Carmen Gerardo     24
Museo privado. Ivonne Moreno     26
Oro puro: arte, artistas. Ivonne Moreno     29
Tres en uno. Gabriel Fuster     31
Los locos estamos perdonados. Miguel Salvador     34
Flores bajo tierra. Jesús Garrido     38
¿Qué te cuento? Jorge Hernández Utrera     40
Tan cerca, tan lejos. Marianhe Jalil     42
El día a día es amar. Marianhe Jalil     44
Lectura pendiente. Carla García     47
Juan Cordero     48
Epílogo     50








INTRODUCCIÓN



A Sergio Villasana Delfín
A Mariana Hernández Jalil



De manos a ojos, triunfo de los libros

América Latina ha dado cabida en la primera década del siglo, en su inquieto transcurrir, a los festejos de sus jornadas independentistas. En una palabra, hemos tenido en nuestros pensamientos doscientos años de avances y retrocesos, incontables guerras, muertes, nacimientos y mucho que celebrar.
            En México agregamos además una fiesta más, la de la Revolución, que está cumpliendo cien años. En México las librerías mostraron el entusiasmo de autores que se propusieron volver a contar la historia y la biografía de hechos y protagonistas principales, sin aportar nuevos puntos de vista. Algunos novelistas sí exhumaron a héroes desconocidos. Hubo un programa oficial en la televisión cultural de la capital (canales 11 y 22) que dio a conocer a especialistas muy aplaudidos y a otros, ignorados, provenientes de ciudades que no poseen micrófonos de mayor alcance.
            Y en el puerto de Veracruz hubo algarabía, pues, además de las ceremonias convencionales, se publicaron libros de poesía, narrativa, dramaturgia, crónica, crítica literaria. ¿Los autores? Veracruzanos, aunque la convocatoria incluyó a autores de otras partes, que hicieron acto de presencia.
            La Colección Bicentenario-Centenario acogió a autores con una larga carrera, como Dante del Castillo, dramaturgo nacido en Orizaba en 1946; Ignacio García, poeta avecindado en el puerto y nacido en 1950, y Glenda Castillo, nacida en 1969, que empezó a escribir a fines de los años ochenta pero que tenía inéditos muchos de sus cuentos.
Hay que caracterizar aún más esta Colección. La convocatoria fue abierta a los autores en febrero del 2010 por el director general del Instituto Veracruzano de Cultura, Sergio Villasana Delfín, y hubo quienes pensaron, como yo mismo, que no iban a salir más de unos cuantos libros, dado que debían estar impresos para septiembre. Los primeros títulos empezaron a circular en agosto y los últimos aparecieron en noviembre.
La labor de Mariana Hernández Jalil fue notablemente exitosa, con todo y la complejidad del proceso. En esos meses se hizo cargo además de la organización y funcionamiento sin tropiezos del I Encuentro Latinoamericano de Poesía Veracruz 2010, en el mes de junio, en el que participaron 50 poetas de primer nivel, 17 latinoamericanos, 12 mexicanos y 20 veracruzanos. Estos datos fueron publicados en la revista Lectorum, edición especial del Bicentenario-Centenario, dirigida por Hernández Jalil: estuvieron leyendo poemas en la ciudad de Veracruz cinco académicos de la lengua de diferentes países, 22 poetas que han sido distinguidos con premios, 24 con más de doce libros publicados, 19 de ellos profesores universitarios y un agregado cultural.
            Ayudó en el proceso editorial lo modesto de la Colección. Todos los libros tienen el mismo sobrio diseño de portada y la respuesta de los autores fue inmediata. A través de Internet se estuvieron enviando originales y se recibieron pruebas a la velocidad de la luz y de la disposición de los escritores. Uno de los impresores está en Coatzacoalcos, ciudad distante del puerto de Veracruz cuatro o cinco horas por carretera y los autores residen en diferentes lugares de la alargada geografía veracruzana, del norte al sur del golfo de México.
            La actividad literaria de una región presenta altibajos. Hay autores con una sólida formación al tiempo que hay recién llegados a alguna de las tradiciones, con atavismos, diría César Fernández Moreno.
            Un piloto aviador retirado, Raúl Márquez Martínez, dejó al morir en diciembre de 2009 un repaso histórico de su ciudad natal, Tlacotalpan, poblado a la orilla del río Papaloapan, que detuvo su prosperidad desde fines del siglo XIX y que sufrió, una vez más en el verano de 2010, severas inundaciones. En el último tramo de su vida, ya abuelo, Márquez Martínez fue un reconocido decimista y promotor de la décima, tal como se conserva y práctica en el Caribe y diversos países, y ahora lo podemos leer como cronista. En su libro encontramos noticias de geografía e historia de Tlacotalpan, cuna de connotados personajes cuyos descendientes ahora viven en el puerto de Veracruz, así como retratos escritos de quienes fueron vecinos en tiempos pasados, descripciones de escuelas, mercados, de corridas de toros, costumbres, etc.
            Para otros autores la Colección representó un libro más en su labor, como son los casos de Carla García, Jesús Garrido, Jorge Hernández Utrera, Mary Carmen Gerardo, Armando Torres, Juan Cordero.
            Destaco los libros de Marianhe Jalil, quien escribe delicados poemas de amor, y Roberto Arizmendi, poeta de Aguascalientes, cuyos poemas fueron traducidos al maya por Jorge Cocom Pech, al zapoteco por Gabriel Sánchez y Martín Fuentes y al náhuatl por Sixto Cabrera, poeta del que también fue publicado un libro en edición bilingüe con el título Polen de luz. El náhuatl es su lengua materna y cabe mencionar que la versión actual de la Constitución Política de México acaba de ser traducida a esta lengua, con el fin de ayudar en su preservación, dicen los diputados que tuvieron esta iniciativa. Otra escritora de lengua indígena publicada es Judith Santopietro.
            Un libro notable es el de Gabriel Fuster, Polo Club. El Oriente que descubrió Tablada y que embelesó a Maples Arce es traído por Fuster como postales que muestran con desenfado la posibilidad de desarmar toda máquina cultural, aun las más lejanas. Fuster tiene veinte años de labor literaria. Es sobre todo un narrador fuera de serie.
            Animalias, de Juan Díaz (seudónimo), es un libro de vanguardia. El autor, después de terminar la carrera de Psicología y de trabajar en librerías de la zona central de México (Guanajuato y Aguascalientes) regresó al puerto para volver a salir unos meses después, ahora a Guadalajara, donde abrió un taller literario. Quizás su trato con escritores de esas ciudades le llevó al logro de un libro extraordinario, novedoso, fresco, atrevido. El deseo de darle palabras al erotismo a menudo se estrella con muros altos y ásperos. Juan Díaz consiguió en Animalias un gran acierto poético, encontró el ingrediente que suele faltar, algo quizás cercano que dejamos escapar. ¿Amor? Sí, o dulzura, algo que terminaremos de precisar en una segunda lectura.
            Para Martha Elsa Durazzo la Colección representó el momento de reunir narraciones que tenía dispersas en periódicos, revistas y libros antológicos. En Consume lo que Veracruz produce, un slogan que sonó mucho hace unos años, incluyó una novela corta, “¡Viva el sindicato!”, y cuentos brevísimos.
            Arte y ensayo son una buena pareja en los trabajos de Ivonne Moreno, que además de crítica es poeta, y de Manuel Salinas, fotógrafo, poeta y estudioso del arte veracruzano. Moreno se ocupa de mujeres creadoras y de Veracruz como “veta artística”. Salinas sigue puliendo su monumental obra histórica El desarrollo de la plástica en Veracruz.
            En la novela, Miguel Salvador sigue impresionando por sus acercamientos a pasajes relevantes de la vida en el puerto de Veracruz. Paraíso de locos es su segunda novela publicada y la tercera está a punto de salir de la imprenta. Presidente fundador de una asociación de cronistas, en esta novela revive desde una perspectiva insólita los pormenores de un movimiento de inquilinos que puso de cabeza a los porteños en los años treinta del siglo pasado y superó a José Mancisidor, que escribió sobre el tema en la novela La ciudad roja, vuelta a publicar por el Gobierno del Estado de Veracruz en el tomo II de las obras completas de este autor en 1978.
            El libro de Jorge Alberto González, Personajes y perfiles, recupera las entrevistas (hay un volumen anterior y otro a punto de ser lanzado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en la capital de México) que ha realizado para el periódico Imagen de Veracruz. En sus páginas resuenan no sólo las opiniones de artistas y promotores culturales que repasan la intensa actividad que ha tenido lugar en los años recientes en la ciudad de Veracruz. Ya se sabe: buscar, interrogar, interesarse en el arte y la literatura, en asuntos que parecen no ser noticia. Jorge Alberto González ha contribuido a darle al arte el lugar donde la sociedad puede valorarlo y, lo más importante, apoyarlo.
            Concluyo esta ojeada a la Colección con la antología de poetas latinoamericanos. Invitados por el Instituto Veracruzano de Cultura en junio, poetas de varios países acudieron al puerto de Veracruz para compartir lecturas y conversaciones. Igual que en la colección Bicentenario-Centenario, hombres y mujeres de edades muy diversas y con puntos de partida múltiples en sus vidas profesionales, los poetas participantes nos dejaron un presente valiosísimo, sus voces al leer sus obras y la impronta de su afecto por México y por América Latina.
            Las presentaciones en el puerto han propiciado la relación de poetas de otros lugares con sus pares, como es el caso de Carolina Valerio, de Orizaba, y Mariangel Gasca, de Agua Dulce. Están más cercanos ahora escritores de Xalapa, Córdoba, Orizaba, Papantla, Soledad Atzompa… Incluso un inmigrante, Saúl Ibargoyen, uruguayo avecindado en la ciudad de México. Desde septiembre, los libros de esta colección han estado llegando a los lectores.* Y los autores van recibiendo señales de que, una vez más, el solitario trabajo de escribir confluye con el solitario trabajo de leer, bienes sociales útiles sin duda, que no son nada si no hay inversión privada en el negocio del libro, que todavía lo es cuando una persona entusiasta lo dirige.
          Es posible que de lo invertido en la celebración del Bicentenario-Centenario en el estado de Veracruz lo más importante es la colección de libros que anda por todos lados luchando contra el desinterés rampante.

*Estos libros han sido presentando en la Sala Oriente y la Sala de Usos Múltiples del IVEC, en Casa Principal, en el Centro Veracruzano de Arte, en el teatro Clavijero, en la Casa Museo Díaz Mirón, en el Salón La República, en el Hotel Diligencias y en el Club Doña Moncha, en Tlacotalpan. El año terminó antes de pudieran presentarse otros libros, en la ciudad de Veracruz y en otros lugares del estado.




lunes, 10 de enero de 2011

Epílogo De Libros


EPÍLOGO
  


Unos setenta escritores de Xalapa, Orizaba, Córdoba y la ciudad de Veracruz nos reunimos en Córdoba en el año 2000 para celebrar el inicio del siglo XXI. Vendimos libros y revistas. Leímos nuestros textos. Platicamos a la hora de la comida, de la cena, en el desayuno, al despedirnos. Entonces nadie imaginó que la primera década se iría llenando de mexicanos caídos en disputas sin sentido. Mientras la insensibilidad encuentra los por qué y los remedios, seguimos haciendo un refugio de libros que dicen más de lo aquí destacado.
La Colección Bicentenario-Centenario es un reconocimiento histórico a los autores veracruzanos. Hubo más libros, uno de entrevistas con gente dedicada al arte, de Jorge Alberto González, segundo volumen en el que recoge parte de su trabajo cotidiano como periodista; otro, de quien esto escribe, de comentarios sobre libros; ambos escritores deben al periódico Imagen de Veracruz la divulgación de un quehacer cada vez más activo en la ciudad de Veracruz, el arte, que revitaliza la cultura.
            La Colección Bicentenario-Centenario consta de más libros. Algunos no llegaron a nuestras manos y otros no tuvieron tiempo de aparecer. Conocimos a autores que andan por otros lados y que al pasar por la ciudad nos dieron sus libros con la emoción de ser los elegidos por el destino (así se dice cuando se desconocen el engranaje que le da vueltas a la vida). Algunos los tengo a mi lado como tarea pendiente.
            También hubo libros antológicos y de memorias de lecturas públicas: es imposible formarse una opinión con una pequeña parte de lo que firman los autores.
            Por último, diré que esta Colección es un nudo en una cuerda muy larga, que está amarrada al pasado, lo publicado antes, y que llega quién sabe a dónde, lo que falta por publicar, lo que se ha escrito ya entre diciembre de 2010 y enero de 2011, mientras cambiaban los encargados del gobierno estatal y de los gobiernos municipales.
            Son tiempos negros, pero la literatura es un alimento que no deja de cultivarse. Quienes creyeron que en el año 2000 se acabaría el mundo ya llegaron al año 2011. Todos sabemos que no debemos esperar que las convulsiones del mundo pasen sin tocarnos. Recomiendo que la gente guarde sus libros en bolsas de plástico y en cajas de acero inoxidable, para que haya qué leer aun cuando sólo queden unos pocos humanos que gusten dedicar su tiempo a esa actividad. Espero que nunca llegue el día en que veamos que fue útil hacer esta labor de salvamento anticipada.

El Día A Día Es Amar, A La Deriva



El día a día es amar

          Hay unos cuantos haikús en el libro Con sabor a mar (Conaculta-Ivec, 2010), continuación del primer libro de Marianhe Jalil, Una pizca de poemas para unas recetas de amor (2003), y de En un mínimo infinito (comentado en el apartado anterior), lo que confirma el gusto que tiene por esa forma poética japonesa que enaltece la brevedad de la expresión.

            El amor es el principal tema de los poetas, desde siempre; está en Dante, en Petrarca y Garcilaso. Entonces las mujeres vivían enclaustradas, en sus casas o en conventos y tuvo que aparecer La Celestina. Los enamorados esperaban el día de misa para ver de cerca a las mujeres y en la calle trataban con propios y criadas que podrían acercarlos a sus amas. No queda muy claro qué ocurría con el amor entre las empleadas de una señorita, hay que asomarse a novelas de caballería como Tirante el Blanco. Hoy las mujeres llegan en coche a recorrer los supermercados con pantalones ajustados, miran y tocan todas las mercancías y se sirven solas, como si fuera el fin del mundo. Y los hombres miran con displicencia, sueñan con ¿la amada inmóvil? y regresan a sus encierros, donde trabajan. Claro que también hay señoras que se han cortado el pelo para ganar tiempo, señoras que se aburren y salen a hacer ejercicio.

            Las mujeres han pasado ya largas décadas hojeando revistas de modas, se pintan la cara y las uñas; últimamente agregan tatuajes a sus cuerpos y los noticieros destacan que las mujeres están ocupando puestos políticos.

            ¿Los hombres dejaron de escribir poemas de amor? ¿Ahora es un arte de mujeres?

            Cómo decirte que te amo

Cómo decirte que te amo,
si el amor no se dice, se muerde,
se respira, se sueña y se alucina,
se piensa y no se piensa, se siente como el canto.

Cómo decirte que te amo
si estoy aquí contigo, llena de piel,
con olor, saber y sonido a golondrina,
cansada de volar, buscando nido y abrigo en tu regazo.

Cómo decirte que te amo,
si el tiempo se hace eterno en tu ausencia,
y la vida es lenta, sin calma de tu beso
y no pienso y pienso, ya es tarde y es temprano.

Cómo decirte que te amo
si mis ojos te gritan y te imploran,
arrancas versos, arrancas horas y gente sobra;
no creo en mañanas y ayeres, si no es en calma
                                   con tus ojos y olas.

Cómo decirte que te amo,
si el amor no se dice, se siente.


Las mujeres expresan el amor y sus accidentes con la misma vehemencia que lo han hecho los hombres, entonces damos con preguntas nuevas: ¿los hombres encerrados hoy en sus trabajos ya no atienden los requiebros? (El diccionario apunta que requebrar es “lisonjear a una mujer alabando sus atractivos”.) ¿Qué palabra usar cuando es la mujer la que lisonjea a un hombre?

            Las canciones populares tratan estos asuntos de maneras muy diversas; voces educadas o no comparten con nosotros quejas y lloro, muy pocos aluden a uniones felices, lo cual va haciendo una “personalidad” que no es la de todos y que aceptamos a la larga como parte de lo que somos. En momentos de felicidad  gritamos con los mariachis y repetimos letras que no tienen que ver con lo que festejamos, dejándonos llevar a estados inoportunos en tal momento.

            Marianhe Jalil escribe sobre un hombre que la ama/elude y al mismo tiempo reivindica la gastronomía como la actividad central de la vida. Escribe poemas y da a conocer recetas para preparar alimentos con un sabor especial.

            ¿Es amor todo lo que hacemos?

            Eros en la actualidad es una figura domesticada, un genio travieso que junta corazones y los deja a la deriva. El auténtico Eros es terriblemente fuerte, embriaga con vinos dulces, aprieta con brazos ansiosos, palpa con manos que prometen paraísos. Entre sombras, desconocido, vive Anteros, el dios de la pasión, el que castiga a quien rehuye el amor de otra persona; es una criatura vengativa, que vela el amor desdichado. El amor eterno es una lucha entre estos dos seres descubiertos por los griegos. Los cuerpos se unen y se separan en concordancia con eventos impredecibles. Los poemas amorosos son, por tanto, parte de un ritual que susurra ven/vete, ven/me voy.

            En sus poemas, Marianhe Jalil le da vueltas al tema del desamor. Cuando una mujer ama entra a un laberinto, donde el día y la noche desaparecen, donde camina junto a la persona amada y siente sus manos, su presencia. Si no es amada, se pierde, descubre miedos, está triste, y empieza a esperar que se de lo imposible, que vuelva el amor, que se quede: “te esforzarías por entregarme todo” (pág. 45). El desamor crece en silencio, en el vacío. El olvido se nutre de soledad y deseo. El tiempo se altera. La poesía se repite, es eco, vaivén entre la oscuridad y la nada. El desamor es adictivo y le da fuerza al lamento.

            En el deseo está la salvación: que el momento de amor no se pierda cuando sea reencauzado. Pasa lo mismo que con la muerte, ¿cuánto tiempo debemos llevar luto?

            Es útil la figura de Anteros, el vengador que va a alcanzar al amado desdeñoso para cubrirlo con un lienzo negro, el olvido.

            En cuanto a la melancolía, Jalil escribe: “Extraño la lluvia en tu compañía (…) no podré enamorarme 
de nuevo. / Mi corazón está lleno de ti” (pág. 71).

            A la depresión que atiende el sicólogo contemporáneo le falta algo brutal que se encuentra en la melancolía incurable de otros siglos. Hay que rever el cuadro de Durero, “Melencolia I”, para asustarnos.

            O bien, recordar que en una canción del grupo Maná una mujer ha envejecido en el puerto de San Blas, en Nayarit, esperando el regreso de un marinero.

            Jalil incluye tres poemas donde ve mujeres golpeadas, una huelga, un mendigo que fue ingeniero (insisto, hay que ver el grabado de Durero) y que perdió a la mujer que amaba (págs. 83, 85, 88). Y escribe, casi al final de su libro, “en medio del caos de este mundo, / cuando crees que ya todo acabó, / aparece la risa de un niño” (pág. 127). Y es que afuera del laberinto la vida sigue.

            El desamor es un problema no resuelto de la humanidad y la poesía lo recicla, como sazona con pericia los días la cocinera. ¿Ocurrirá entonces que el ausente vuelva? ¿El secreto de la permanencia masculina sigue estando en la cocina, como juraban las abuelas?




A la deriva

Juan Cordero Medina publicó en 2004 Remembranzas de Veracruz, en 2006 Historias y brisas veracruzanas y en 2008 Mi Veracruz de ayer, libros que son una aportación a las historias de la ciudad. En 2010 presentó un nuevo título, Historias de la calle: el Tiliche (Conaculta-Ivec), en el que se acerca a la gente desvalida, a los pobres y a los drogadictos.

            La picaresca está en el inicio de la literatura, empieza su andadura con el Lazarillo de Tormes (1554), con El Periquillo sarniento (1816), y son muy conocidas obras como Oliver Twist (1837), Los miserables (1862) y otras.

            Oscar Lewis, antropólogo de Estados Unidos, habló con una familia asentada en la ciudad de México y el resultado fue un grueso y polémico libro, Los hijos de Sánchez (1961). Lo que José Pavón y Dolores Martínez cuentan de Antonio Pérez García, nombre de “el Tiliche” regenerado, lo recoge Juan Cordero y lo da a conocer, aunque se guarda datos y saca un letrero de película: “cualquier parecido o semejanza con la vida real es solo coincidencia”.

            En el desastre mexicano de los últimos tiempos, son miles las vidas como las que cuenta “el Tiliche”, por lo que estamos seguros que son reales.

            Juan Cordero apunta soluciones para cruzar el pantano y quedar como si nada, y emprende la marcha confiando en las palabras: el contar lo que ha vivido “el Tiliche” puede salvarse, como hacen en AA.

            La crónica de Cordero Medina lleva a un final feliz: va del basurero donde vivía a un taller mecánico donde encuentra oficio. Claro que los lectores quisiéramos que más gente encontrara caminos hacia el bien y el éxito, claro que la realidad no le hace caso a Juan.

            La realidad aporta números para estadísticas que no se cansan de repasar, para nuestro horror cotidiano: si México está mal, a pesar de sus riquezas, cómo puede tener éxito “el Tiliche”. Hay un nivel en que es posible, en la escritura que trata de convencernos que el problema es individual, que “el Tiliche” tuvo suerte al encontrarse con gente buena. Pero cuarenta millones de tiliches, o más, necesitarían ciento veinte millones de gentes dispuestas a servir a sus prójimos en desgracias, como la profesora que ayuda a “el Tiliche”. La vida de “el Tiliche” no puede verse como la historia de un individuo, sino como la condena que sufren miles de personas y que las instituciones no pueden atender.

            “El Tiliche” es una fuente de noticias de terror verdadero. “El Tiliche” cuenta desgracias disponibles en cualquier Ministerio Público y entre los que van y vienen en ambulancias que llegan cuando los menesterosos ya de despidieron de la vida. Está incluido en la corte de los milagros de Víctor Hugo y de Valle Inclán, en las montañas donde se refugian los contrabandistas de Carmen, la mancha de la muerte que se extiende imparable.

            Al ir contando, en atroces mil y una noches, “el Tiliche” usa un léxico que Cordero Medina introduce disculpándose:

            “… existe un sector muy importante en el mundo, que vive colateralmente marginado y usa jerigonza” (…) “he tratado de eliminar vocablos más fuertes, que si bien son empleados por esta gente humilde, tienen la justificación de no tener una educación familiar que los ubique y les de la preparación…”

            En este aspecto del libro creo que el autor debió haber puesto todo lo que se sabe del habla popular sin eliminar nada; los lingüistas y los lectores estarían agradecidos con estos almacenes de palabras en los que la lengua se retuerce mientras se airean los escondrijos donde el silencio es el profesor sin paga, permisivo y que no deja tarea, ¿para qué?

            Los personajes van acompañados de sus retratos: Lolis, el galambao, el rorro, el tartas, el tuti fruti…, en escenarios como el basurero, calles, cuartuchos… El autor aclara que las fotos que acompañan sus relatos fueron copiadas de periódicos de Veracruz y de Internet para darles aspecto de dibujos usando la técnica de grafito.

Lamentamos el fallecimiento del escritor Juan Cordero Medina, ocurrido el 10 de enero, tres meses después de la muerte de su esposa, con quien vivió más de cincuenta años y con quien tuvo a sus hijos. Sabemos que había concluido otro libro, que incluía comentarios biográficos de veracruzanos destacados. Esperamos que sus familiares lo publiquen. Él ya no pudo leer estos comentarios sobre su libro.




Qué te Cuento; Tan Cerca, Tan Lejos

Qué te cuento

        Poesía breve, ideas eficaces, un apretón a las palabras para ver qué más dicen sin alejarse de sí mismas; por ejemplo, pasado = recuerdo, presente = lo nuevo, futuro = sueños. El acierto final está en una palabra que aclara: cultivo sueños. Es decir, no sueña sino que cuida y hace crecer sueños que llegado el momento serán lo nuevo, el presente, más vida. Puede decirse que con unas cuantas palabras acerca el futuro para hacer más durable su presente. Y así va Jorge Hernández Utrera, quien junta más poemas a su colección. En Nubes de espuma (Conaculta-Ivec, 2010) suman cincuenta y nueve, entre los cuales hay seis haikú y cuatro minipoemas.

            ¿Qué hace el poeta en este nuevo libro?* Balancea su vida, hace el balance de sus cuentas, reflexiona sobre el debe y el haber. Cuenta que le dicen maestro, lo que hace un poeta, que escribe versos, que busca palabras, que vive entre abismos, confiesa desventuras, busca respuestas, caminos imposibles. Destaca la búsqueda de equilibrio entre recuerdos, deseos y sueños. Hernández Utrera dibuja los planos de su vida. Cuando habla de las mujeres que ha tratado en su vida no puede evitar trazar una línea de tiempo, el ayer y el hoy.

            El jugueteo del poeta malabarista se interrumpe en las páginas 54-58, donde ubica cinco poemas de mayor extensión, casi dos décimas unidas en cada poema. Toma un respiro. En las manos detiene los aros y las esferas de los regocijos que comparte a manos llenas: pleno, nota que alguien falta.

            Piensa en las calles. Hace unos años Jorge Hernández Utrera escribió una columna, “Cotidianas”, en el periódico Sur, hoy Imagen de Veracruz (veinte años cumplidos el pasado diciembre). Eran crónicas de los sucesos de la ciudad, los que no llegan a ser motivo de preocupación fuera de una junta de vecinos. En esos días se ocupó de los llamados vendedores ambulantes, que uno podría imaginar tocando puertas y caminando sin descanso, incluso sobre ruedas, como se les denominó cuando invadían ciertas calles un día de la semana y que se retiraban al anochecer. En el poema que empieza “Hay calles que se alargan”, Hernández Utrera escribe que éstas están llenas “de ambulantes fijos”, es decir, de vendedores que ocupan el mismo lugar todos los días por largas temporadas y más bien para siempre. Las calles, ¿qué haríamos sin las calles? Bien vistas, nos dice el poeta, son rutas “de un viaje imaginario”.

            Invertebrado es una palabra que usa para “hamaca” (pág. 42), aplicada a un sentimiento repentino, como en el verso “me cuelgo de la tarde”. También aparece acompañando a sueño, en la neblina (pág. 56).

            En el tercero de los poemas que comentamos, el asunto es elegíaco. Una persona, un caracol, el mar, el recuerdo de unas manos: “todo está como siempre / como entonces”. En el cuarto poema agrega una visión cósmica: “y ya no habrá reposo / si se acaba lo inmenso”, “los incendios de sombras / apaga”. Y en el quinto, para disolver el nudo en la garganta, exclama que “Él era apenas un poeta”, que “nunca quiso dejar de ser poeta:

            “Fue por ese deseo primigenio
            que detuvo la tarde
                                   para quedarse en ella”

Incluye entonces el único poema del libro que tiene título: “La leyenda de los baluartes”, en donde propone la construcción de “una baluarta” que acompañe al solitario baluarte Santiago.
            Y vuelve a empezar la música y el poeta lanza los aros y las esferas: sonríe, agradece a las mujeres que le han acompañado en el proceso de construir su vida. Así saluda el poeta a sus lectores, a quienes deja más alegría que la que han podido juntar por sí solos.


 *Libros anteriores: Líneas suspensivas, Ivec, 1995; Palabras sin tiempo, Lina Zerón ed., 2008.





 Tan cerca, tan lejos

    
           Esencia, brevedad, átomo, condensación. Estas palabras nos ayudan a leer los poemas de Marianhe Jalil incluidos en el libro En un mínimo infinito (Conaculta-Ivec, 2010), quien cita en la primera hoja a Efraín Huerta: poemínimo es una galaxia, algo más grande que el mundo que puede evocar cada persona al leer. Y más, porque incluye humor y libertad de creación:
            “…el poemínimo está a la vuelta de la esquina o en la siguiente parada del Metro. Un poemínimo es unamariposa loca (…) y no lo toques ya más, que así es la cosa, la cosa loca, lo imprevisible”.
           
            He visto a amigos, poetas de tiempo, ¿de peso?, completo, que al caminar ven algo que les llama la atención y les sugiere un verso, o más, algo que sabemos va a ser un poema, o parte de un poema, en cuanto el “inspirado” pueda anotar y borrar y fabricar una nueva obra. El poemínimo, según teorizó Huerta, toma la velocidad de la luz que aman los fotógrafos, el instante. La cámara del poeta son los ojos y en el cerebro, que tenemos lleno de palabras, se crea algo, no una imagen, sino una galaxia, o una “mariposa loca”, si sabemos verla.

            En el lenguaje urbano de Huerta, que vivió en la ciudad de México, lo sorprendente está donde uno menos lo espera.

            Para los surrealistas lo sorprendente era lo extraño de una combinación. Para Huerta sería lo bien mirado, algo común al que puede despojársele del cansancio con que los transeúntes lo han ido apagando.

            José Juan Tablada trajo de Japón hace cien años el haikú y escribió en esa forma. También nos dejó caligramas, como los de Apollinaire. Pero el haikú tenía limitaciones en el número de sílabas, en la combinatoria y, claro, en la sorpresa. El agua y el pincel subyugan a los acuarelistas; la rama y la flor son las mismas y cambian constantemente cuando diferentes artistas las plasman.

            Marianhe Jalil mezcla y obtiene obras convincentes:
           
Aunque es infierno
            el caos de esta Tierra,
            veo ciruelos en flor.

Y luego, con un ligero cambio, suaviza el paisaje:

            Hojas de maple
            en el camino a tu casa.
            Y es invierno.

De Huerta toma un poco de ironía, lo imprevisible y la “mariposa loca”.

            Su libro incluye ocho poemas un poco más largos, escritos con los recursos de versificación tradicionales, del que el titulado “En un mínimo infinito” impone orden. Hay otros dos que son haikú aunque tengan sílabas de más: “Interminable” y “Eterno”.

            La frase mínimo infinito, que Rafael Courtoisie identifica como un oxímoron en su texto de introducción al poemario, es una clave: un instante es algo durable (el recuerdo de un amor) y el infinito, un límite cercano. En los poemas de Marianhe Jalil hay una tensión entre ausencia/presencia de la persona que se recuerda/se siente.       

            El libro empieza con nostalgia. Una mujer espera a su amado (Penélope, Ulises): “Hay eco en mi alma / de tanto vacío por tu ausencia” (pág. 35). Recuerda y se siente encerrada en hielo. Quizás el sol derrita las paredes (págs. 15, 48, 65, 75). Pasa el verano y en el otoño: “Ulula el norte. / Canto de sirenas / en tu ventana” (pág. 54). Al final destaca una palabra portuguesa: saudades (soledad, añoranza) y vislumbra un nuevo estado de ánimo: “Con un buen Rioja / saboreo memorias / de instantes con historia”.

Entonces la poeta usa otra palabra extraña: ecdisis, que lo mismo significa salida que evasión, y que se refiere también a la “muda de los artrópodos” (crustáceos como el camarón y la gamba), cambio de piel como ocurre con las serpientes (p. 68).
            El hallazgo es la serenidad:


Estás aquí mientras te piense
y me siento hermosa con tu recuerdo.
(…)
En mí te quedas.
En ti me quedo.”

El libro va acompañado con fotografías de Carlos Cano.

Museo Privado, Oro Puro:Arte, Artistas


Museo privado

Prólogo (mayo de 2010)

          
         Las mujeres que recordamos del siglo XIX son las rebeldes Josefa Ortiz y Leona Vicario. Alguien como Josefa Murillo (Tlacotalpan, 1860-1898), poeta, autodidacta, queda lejos de todos, en la oscuridad.
            
            Poco después de la muerte de Murillo empezó el siglo XX y todo cambió. Entonces, María Enriqueta Camarillo (Coatepec, 1872; Ciudad de México, 1968) ya había estudiado en el Conservatorio de Música y era profesora de piano. El siglo XX, desde el principio, fue el escenario donde se desenvolvieron mujeres que ya no aceptaron quedarse en casa, hayan tenido o no ganas de estudiar y de salir de su encierro.

            Otra veracruzana, Guillermina Bravo (Chacaltianguis, 1923), fue cofundadora de la Academia de Danza Mexicana, también estudió en el Conservatorio y dirigió el Ballet Nacional de México. Los años setenta no serían lo mismo sin las coreografías de la maestra Bravo documentadas en libros como el de Alberto Dallal, La danza en México, de 1986.

            Así que el libro de la cultura mexicana anterior al siglo XX, ocupado por hombres, posteriormente requirió un volumen adicional, para inmortalizar las aportaciones de las mujeres. De éste, de páginas dispersas todavía, Ivonne Moreno eligió a algunas de las mujeres que le han dado una nueva relevancia a la vida mexicana en los ámbitos de la literatura, artes plásticas, actuación, incluso como promotoras culturales, sin olvidar a algunas extranjeras, como Alma Reed, autora de una obra maravillosa sobre el muralista José Clemente Orozco, entre otras.

            Quienes leemos las páginas culturales de los periódicos hemos encontrado con el paso de los años a los personajes que han tenido un quehacer notable en la cultura y en el arte, pero ¡quién guarda hojas de periódicos si no es la frágil memoria! Los que vivieron en las primeras décadas del siglo XX supieron quién era María Conesa (España, 1892-México, 1978); luego disfrutaron las aventuras de María Félix (1914-2002), pero ¡quién ha tenido la paciencia de contarles a los demás el por qué de la fama y la gloria de estas artistas que fueron abriendo el paso a las nuevas generaciones.

            Las últimas décadas del siglo XX tienen sus propias luminarias y sus admiradores; los jóvenes apasionados del presente no están pensando que en el futuro querrán volver a ver sus épocas de goce y distracción y que entonces buscarán las piezas faltantes de su tablero vital, que fueron planetas, constelaciones, estrellas vivas y, por supuesto, noticias, que los periódicos ofrecieron como fragmentos estelares que andaban girando en el aire, en espera del cronista o del comentarista, del atento observador que no quiere que nadie pierda de vista los fulgores que no se apagarán mientras haya alguien que admire lo extraordinario.

            Las mujeres que presenta en este libro Ivonne Moreno son fulgores en nuestro firmamento. Sin las mujeres que recuerda y que nos muestra, el cielo mexicano sería gris, habría tenido una oscuridad espantosa y abajo miles de personas andarían buscando a quienes hubo un tiempo en que fueron, y son, el complemento de sus vidas, de sus pasos por este mundo.

            Si de algo sirvió la Revolución fue para quitar los obstáculos que quedaban en un país que no terminaba de dejar la incubadora. Sin el arte, sin mujeres que hicieron de su vida un arte, México habría continuado con lentitud la historia que les tocó a Josefa Ortiz y Josefa Murillo, la que superó María Enriqueta. No exagero si digo que el siglo de la Revolución abrió las puertas para que las mujeres salieran adelante.


Nuevo comentario (enero de 2011)

            Hablar de las personas ayuda a preservarlas del olvido. Las mujeres de las que más se habla en el arte mexicano son Frida Kahlo, gracias en parte a su inclusión en el club del surrealismo de André Bretón, lo cual ha elevado el precio de sus pinturas en el mercado, y María Félix. Pero antes y después de Frida y María hay otras mujeres cuya fama se ha conservado y llega a nosotros, al inicio de la segunda década del siglo XXI.

            Ivonne Moreno eligió a algunas de las mujeres (veintitrés) que le parece son representativas de una época de la cultura, la revolucionaria. Artistas, actrices, escritoras, mujeres que tienen un lugar en la historia, nacidas entre veintidós años antes y quince años después de 1910, en un prontuario titulado Creadoras artísticas (Conaculta-Ivec, 2010).

            La primera incluida, por edad, es Esperanza Iris, nacida en Tabasco en 1988, y la última es Ida Rodríguez Prampolini, veracruzana. Iris fue cantante, actriz y empresaria; Rodríguez Prampolini, académica y fundadora de instituciones.

Ivonne Moreno seleccionó a algunas de las mujeres que destacaron en el México revolucionario y en los años siguientes y a algunas extranjeras que recalaron en la nación que se estaba renovando.

            La ciudad de México, como capital de la república, atrajo a mujeres que nacieron en Sonora, Jalisco, Durango, San Luis Potosí, Puebla, Yucatán. Algunas murieron fuera del país, como María Antonieta Rivas Mercado y Dolores del Río. Entre las extranjeras contamos a la italiana Tina Modotti, a la alemana de origen ruso Olga Costa, a las estadounidenses María Asúnsolo, Alma Reed y Mariana Yampolski

            La dispersión caracteriza a la biblioteca de historia  y no se diga la sección de arte. Con todo y balazos la vida siguió, hubo comercio y fiestas, por tanto, hubo música y viajes. Al caer el gobierno de Victoriano Huerta muchos escritores emigraron y otros ocuparon los lugares que dejaron.

            Un gran personaje de la cultura durante el Porfiriato fue Justro Sierra. La Revolución favoreció el crecimiento político e intelectual de José Vasconcelos, a quien encontramos ligado a Antonieta Rivas Mercado, que se suicidó en París a los 31 años, lo mismo que con Manuel Rodríguez Lozano (1896-1971), pintor, quien estuvo casado con Carmen Mondragón (Nahui Hollín), “uno bisexual y ella ninfómana” (pág. 52). Vivieron en Francia y tuvieron un hijo que murió asfixiado entre ambos, mientras dormían.

            Rivas Mercado fue la “primera escritora moderna en México”, nos dice Ivonne Moreno siguiendo la biografía que escribió Fabienne Bradu, francesa avecindada en el D.F.

            Pero hay algo más que destaca en Rivas Mercado y en Mondragón, hijas de padres acaudalados: son patrocinadoras de los artistas y escritores de la época.

            Las mujeres viven más que los hombres. Entre las elegidas para esta guía hay catorce que murieron entre los 74 y los 95 años (en promedio, vivieron 83 años). De las seis que murieron más jóvenes dos se suicidaron y una fue víctima del alcoholismo.

            En el libro tienen más presencia las actrices: Esperanza Iris, Dolores del Río, Lucha Reyes, Lupe Vélez y María Félix. Iris, Conesa y Reyes fueron también cantantes. Siguen las escritoras: Lupe Marín, Rivas Mercado, Nellie Campobello, Pita Amor y Elena Garro. Pintoras: Carmen Mondragón, María Izquierdo y Frida Kahlo. En danza: Nellie Campobello. Y en la promotoría cultural: Dolores Olmedo y Rodríguez Prampolini, quien destaca además como investigadora y crítica de arte.

            Las extranjeras que adoptaron México en algún momento de sus vidas son: Alma Reed, María Conesa, María Asúnsolo, Olga Costa, Mariana Yampolsky. Tina Modotti, fotógrafa, viajó a México en los años veinte, regresó al país a fines de los 30, donde murió de un infarto en 1942.

            Al incluir la mención de los maridos y parejas en este recorrido queda en escorzo la unión/desunión que las creadoras fueron dejando como parte de las tribulaciones de un siglo que empezó abriendo puertos, en nada parecido a la “inactividad” femenina generalizada del XIX.



Oro puro: arte, artistas

La divulgación del arte viaja envuelta en palabras: los cuadros son evocados por el nombre de quienes los crearon, por ello creo que hubiera valido la pena que el libro Veracruz, una veta artística (Conaculta-Ivec, 2010), de Ivonne Moreno, empezara con el texto que viene al final: “Veracruz, los ecos plásticos del Sotavento”, donde aparecen los nombres de veinticinco autores acompañados de algunos de sus cuadros y su propio retrato en dos casos. La verdad es que se necesitan más páginas para dar cuenta de lo que ha pasado en el arte veracruzano en los últimos veinte años. Por ejemplo, diez de los anotados por Ivonne Moreno no están en el libro de Manuel Salinas, El desarrollo de la plástica en la ciudad de Veracruz (ver reseña al principio de esta publicación), y una cantidad de los recordados por Salinas no están en libro de Moreno. Y otros no están en ninguno de los dos libros. Y no podemos decir que son cosas que pasan, sino que no ha habido todavía un espacio (libro o museo) donde estén todos, lo que indica que falta mucho por hacer.
            
         En otro de los textos de Ivonne Moreno, “Mujeres por mujeres; el pretexto, la plástica” (pág. 70), donde anota a veintiún artistas, trece no están en el libro de Salinas.

           Palabras e imágenes hacen del libro una galería portátil, con subrayados, con indicaciones. Libro que es el reporte actual de una actividad cada vez más dinámica, como lo vimos en la subasta del 11 de diciembre en el fraccionamiento Reforma, o en las exposiciones habidas en el WTC, del Cevart, en la USBI de la Universidad Veracruzana, en la galería Xanatl de la Universidad Colón, en la enoteca del Veneziano.

            Directora de la galería Casa Principal-Ivec, Ivonne Moreno reunió en este libro sus comentarios sobre varias exposiciones presentadas en estos años: de Mariana Pazos, Carlos Nieto Arróniz, Adriana Alonso, Sergio Isaías Camacho, Arissa Huerta, Maribel Homs, Arturo Talavera, Estrella Carmona, Maite Rodríguez, Susana García Ruiz, Salvador Flores Gastambide, Irma Ríos, Lourdes Ortiz.

            La autora también incluyó textos sobre exposiciones relevantes habidas en otros sitios, como la de Pedro Trueba en el WTC, Gabriel Orozco en Nueva York, Nahum Zenil en el Ágora y Teodoro Cano en la Pinacoteca Diego Rivera, éstas en Xalapa.

            Y un poco más: un apunte sobre la hoy llamada Casa Principal, que es galería desde 1998, año en que dejó de ser sucursal bancaria, y dos textos, uno sobre Naolinco, con fotos de Arissa Huerta, y otro sobre Cempoala.

El libro también es un catálogo, sirve para orientar a los compradores: ¿qué hay?, ¿de quién?, ¿qué atrae a la gente?

Entre las obras reproducidas hay unas brillantes, como las de Mariana Pazos en la exposición Calamores, de María Elena Lobería y Magali Goris. Hay abstracción, como en Adriana Alonso y Lourdes Ortiz. Pop art, en estrella Carmona. Surrealismo en Elisa Galván, Susana García Ruiz y Luis Mellado. Arte naïf en Alma Guerrero.

El cuadro de Luis Mellado que comenta Ivonne Moreno se titula “Leyenda” y ella lo relaciona con el arte fantástico de los autores de la Escuela Mexicana de Pintura: un fantasma vaga por un pasillo, bajo los arcos de una casona colonial, y alude a escritores como Hugo Argüelles, Elena Garro y Juan Rulfo. Agrego a Remedios Varo. El tono azuloso y la perspectiva aportan una distancia que Ivonne Moreno relaciona con “el sentir popular del retorno después de la muerte”, con el deseo de terminar algo que quedó pendiente. Luis Mellado plasmó además la nostalgia que acompaña a la humanidad en su lento transcurrir. Puede decirse que las ánimas buscan, como los vivos, la cercanía con los demás, porque es uno quien mira al ausente. Es lo que mueve a las multitudes en distintos escenarios que son un peligro, como las calles en los desfiles de Carnaval, los estadios en partidos de futbol, los foros en los conciertos.

Es evidente que faltan estudios sobre cada autor, así que estamos a tiempo, en el inicio de un nuevo periodo de gobierno estatal, para no dejar pasar lo que haya. Lo cual quiere decir también que me hubiera gustado que Ivonne Moreno anotara fechas, que agregara en su libro unas páginas donde pudiéramos consultar todas las exposiciones que organizó, pues no todas están en esas páginas.
           
         Artistas mencionados en páginas 104 a 111: Ignacio Canela, Bernardo González Peña, Malena Hoyos, Francisco Galí, Maribel Homs, Susana García Ruiz, María Elena Lobería, Alma Guerrero, Moisés Avendaño, Adriana Alonso, Lourdes Ortiz, Estrella Carmona, Bruno Ferreira, Javier Casco, Anny Fernández, Manuel Salinas, Néstor Andrade, Salvador Flores, Luis Mellado, Milburgo Treviño, Daniel Noriega, José Antonio Ramón, Mariana Pazos, Lourdes Azpiri, Margarita Cházaro.

            Artistas mencionadas en página 72: María Elena Lobeira, Sofía García, Gladys Villegas, Belén Valencia, Gina Silva, Cassandra Roberts, Dolores Ochoa, Elisa Galván, Magali Goris, Rosy Morales, Wendy López, Estela Jara, Gabriela Peralta, Hurí Barjau, Josefina Ochoa, Leticia Ramírez, Lorena Marrero, Frida Bulos, Lorenia Tamborell, Lourdes Azpiri, Ana Toledo.